A propósito de una entrada en el blog de Miriam, Libélulas y hadas, escribe Jesús otra entrada que se saca del bolsillo de su albornoz. Ambos me recuerdan una historia de cuando mi hija era pequeña, tendría unos tres o cuatro años.
Voy a su habitación y me la encuentro saltando en la cama con los brazos abiertos. Le digo ¿qué haces? Y me contesta que sabe volar, que la noche pasada voló y que ahora ya no le sale. Era un sueño, cariño, le contesto. Y ella baja los brazos y deja de intentar volar.
Tristemente, educar también es esto.
3 comentarios:
Yo Ana no hubiera podido, lo hubiese dejado para más adelante. ¡Que valiente!
Un beso, Miriam G.
Ya, pero ¿cómo te quedas tranquila pensando que tu hija cree que sabe volar? ¿La dejas asomarse a un balcón, por ejemplo? (En aquella época vivíamos en un quinto). Yo es que tengo esta vena catastrofista...
pobreta!!! por seguridad tienes razón, pero a veces las madres somos un poco drásticas!
Sayyadina
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