En días como hoy siento trabajar en mis ojeras a un grupo de minúsculos mineros, que cavan y remueven la piel dejándola caliente y amoratada. Me digo que estoy cansada, me lo repito en cada escalón de subida en el metro, y las palabras levantan acta de mi cansancio. Si no me lo digo, me cuesta creérmelo. Me cuesta admitir que ha llegado el momento de la rendición. Otorgarme la benevolencia del cansancio, el perdón desnudo de excusas, sólo una mano en la frente, y ya está.
No se trata, como pensaba antes, de suspender la acción. Es más bien tomar conciencia de la melodía más lenta. Bajo el chunda chunda del voy y vengo y hago, hay un ritmo moroso, vacío de crispación, un ponerse a favor de la corriente y pensar en el momento, sin acumular, sin poner la atención en lo que sigue y en lo que resta por hacer. Hay un deshacer la maraña, contrario a seguir emborronando obcecada y ciegamente. La dulzura del cansancio baja la luz, atenúa las voces y el día discurre como un paseo llano entre montañas.
Dejándome de lirismos: salir un sábado ya no sale gratis. El lunes se paga prenda.
En el blog Nicogramas 1.1., me encontré con este poema:
Estoy sentado al borde de la carretera,
el conductor cambia la rueda.
No me gusta el lugar de donde vengo.
No me gusta el lugar adonde voy.
¿Por qué miro el cambio de rueda
con impaciencia?
Bertolt Brecht (1953)
Yo escribí como comentario:
Maravilloso poema.
Así me descubro yo a veces: con una prisa sin motivo, en la inercia de la rapidez y la efectividad hasta en lo más minúsculo.
Y alguien llamado Alfman, me contestó:
Eso, en ocasiones, es la simple necesidad de no llegar a ninguna parte.
Hasta ahora no se me había ocurrido pensar que necesito no llegar a ninguna parte. Francamente, estoy agradecida por este camino que se me abre. Por lo que implica la palabra necesidad.
7 comentarios:
Alfman es un gran filósofo... Deberíamos sustituir el país de nunca jamás por el de "nunca llegar".
Saludos, y gracias.
me encanta ese poema de Brecht; es imprescindible (creo que utilicé una cita de ese mismo libro en un poema), es impresionante. Bueno, lo que yo quería decirte es que me he acordado de un gran libro: Ensayo sobre el cansancio, de Peter Handke, que expresa, bastante peor que tú, lo que estás contando.
Me encanta lo del país de nunca llegar. De hecho, es este que habitamos, aunque se necesite alguna voz que nos lo recuerde...
Leí los poemas de Brecht cuando era adolescente, me los regaló mi hermana, que me instruyó en tantas cosas. Jo, gracias de nuevo, Enrique. Como leí en el blog de Verdú el otro día a propósito de Pamuk, la labor de escribir no es otra cosa que ir desvelando capas hacia dentro de uno mismo... Pura y simplemente, ir aclarándose, con curiosidad.
El cansancio a mí me asesina, envidio ese lirismo con el que lo vives, pero más con el que lo describes.
Necesitar no llegar a ninguna parte es el primer paso para no necesitar llegar a ninguna parte.
Mejor me voy a descansar que me pongo sentenciosa, ¡que horror!.
Un beso, Miriam G.
El lirismo es por consolarme...
Y no sé qué me gusta más, si la negación antes o después del necesitar...
quizá la negación en si misma, aleatoria y nunca negativa, o quizá no.
Pd: buen blog, abstrae con pasmosa facilidad (¿qué más se puede pedir?)
saludos cordiales
Gracias, Alfman.
Me parece un elogio estupendo.
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