El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

miércoles, diciembre 20, 2006

Leo este poema de Bukowski, de su libro Lo más importante es saber atravesar el fuego:

El apartadero

los sentimietnos que me asaltan
cuando paso por delante del apartadero
(nunca a posta sino de camino hacia algún otro sitio)
son los que tienen otros hombres por otras cosas.
veo las vías y todos los furones
los vagones cisterna y los vagones rasos
todos inmóviles y tantos
perfectamente alineados sin locomotoras por ninguna parte
(¿dónde están todas las locomotoras?).
conduzco mirándolo todo de soslayo
un apartadero amplio y tranquilo
sin un solo ser humano a la vista
luego queda atrás el apartadero
y no ha sido sólo lo poético de la vista
lo que provoca eso que noto
sino algo impreciso que anida allí
y que siempre me hace sentir mejor
del mismo modo que hay quien se siente mejor
contemplando el mar abierto
o las montañas o los animales salvajes
o a una mujer
a mí también me usta todo eso
sobre todo los animals salvajes y la mujer
pero cuando veo todos esos preciosos furgones antiguos
con los letreros descoloridos
y los vagones rasos y los rechonchos vagones cisterna
alineados y a la espera
se hace el silencio en mi interior
saco lo que otros sacan de otras cosas
me siento mejor y es bueno sentirse mejor
siempre que se puede
sin que haga falta ninguna razón.


Magnífico poema, ¿verdad? Me ha hecho pensar en todas esas pequeñas cosas, tan pequeñas que son casi incomunicables, que nos hacen sentir mejor, más llevadero, más disfrutable, más amplio el día a día. Precisamente he leído el poema en uno de esos momentos, para mí.
Cada día cruzo Madrid de punta a punta para llevar a mi hija el colegio; luego deshago parte del camino para ir a mi trabajo. Antes iba en metro, pero luego descubrí que hay un autobús que hace el trayecto del colegio al trabajo. Salimos de casa medio dormidas, es noche cerrada. Nos damos la mano y cabeceamos, primero en el autobús que nos lleva al metro, luego en el metro cuando tenemos la suerte de sentarnos. Dejo a mi hija en el colegio -"que pases un buen día" "tú también"- y voy hacia el autobús de camino al trabajo. Tardo más que en el metro, pero desde el autobús veo cómo el cielo empieza a clarear. Comienzo a enterarme de si va a estar nublado o no. Paso por calles de gente rica, pero me siento tan feliz y tan cansada que no tengo fuerzas ni ganas de envidiar sus casas bajas con jardines. Disfruto de sus casas y de sus árboles de una manera que no sé si ellos tienen oportunidad de hacer. El autobús me deja a unos diez minutos andando hasta el trabajo. El frío me corta la cara, y el día ya ha roto. Me espera el despacho vacío, el café, el silencio hasta que llegan mis compañeros. Todo esto me hace sentir estúpidamente satisfecha, con todo el día, apenas estrenado, aún por delante, como si acabara de llegar de un viaje.

2 comentarios:

Enrique Ortiz dijo...

Me encanta, Ana. Y fíjate que te ha salido un post más de Carver. Saludos.

Anónimo dijo...

En las pequeñas cosas cotidianas, cuando somos capaces de verlas esta la verdadera sal de la vida...me gusta más el R.Carver que el Bukowski, poque sí que da la importancia a lo minimo y a veces superfluo de un paisaje..el tiempo atmosférico es vital en aquellos que somos casi capaces de ver crecer la hierba...un beso