Historias que surgen a mi alrededor, conatos de historias, personajes:
1. Leo en un suplemento de El País (-"El viajero"-), esta anécdota contada por Geraldine Chaplin: Cuando tenía seis años, su padre la llevo a un espectáculo de patinaje sobre hielo cerca de Los Ángeles. "Me dormí en el coche ¡y desperté en Hadalandia! Todo era de hielo. Había ninfas bailando. Era lo más bonito que había visto en mi vida", recuerda la actriz. Poco después su padre anunció que la familia emprendería un viaje larguísimo a un lugar llamado Inglaterra. Charles Chaplin no volaba, así que había que cruzar Estados Unidos en tren hasta Nueva York para llegar, a bordo del Queen Elizabeth, a las costas británicas. La pequeña Geraldine pensó que si a un par de horas en coche estaba el país de las hadas, qué no habría en Inglaterra. "Fue tan decepcionante... atracamos en un lugar gris, frío, donde no había cocoteros, la gente era blanca, y lo peor de todo, ¡hablaban en inglés como nosotros!".
2. Veo en TV -en un zapping, por supuesto, en un zapping- al hijo de Carmen Ordóñez, a la sazón Julián Contreras, que cuenta que su madre siempre leía el mismo libro. Le cambiaba las pastas para hacer creer a sus hijos que cada vez leía un libro diferente, pero ellos sabían que el libro, por dentro, era el mismo.
3. Hace un par de noches soñé que estaba en una fiesta. Una chica embarazada se acercaba a mí y me decía al oído: "Tu marido tiene los mismos ojos que T." (T. fue mi primer novio, cuando los dos teníamos quince años. Dejamos de serlo porque él dijo que éramos demasidado jóvenes; también dijo que la vida volvería a juntarnos. Sufrí mucho, porque, aunque al principio le creí, luego me di cuenta de que la vida tiene sus propias leyes azarosas, no las que nosotros le imponemos. Nos vimos varias veces, y aunque cada uno teníamos diferentes novios, él nunca desmintió su teoría. Luego un amigo común me dijo que T. había muerto en un accidente de coche.). Bueno, pues la chica de la fiesta me decía que ella también había sido novia de T., mucho tiempo después de que lo fuera yo. En el sueño, me resulta obvio que T. le había hablado de mí. Pero lo que quiero preguntarle en concreto es si T. le contó aquella historia de que él y yo acabaríamos juntos. Necesito saber si lo seguía pensando. Ella me adivina el pensamiento. "Sí, me habló mucho de ti. Pero para qué quieres saber lo que me decía. Tú deberías saberlo mejor que yo". Veo a mi marido de lejos, acercándose a mí. "Tiene los mismos ojos", me repite ella. Y me doy cuenta de que está en lo cierto.
Por un momento, parece que cada uno de estos fogonazos podría convertirse en una historia. Pero al momento siguiente, siento que no es necesario. Quizás por oponerme a los excesos, a la abundancia de esta época, elijo callarme. Siento la emoción -la decepción de Geraldine, la ternura por una madre que engaña a sus hijos, por éstos que se dejan engañar, los regalos que me manda mi novio muerto-, y eso me basta. ¿Por sobriedad o por pereza...?
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