El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

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lunes, febrero 14, 2011

Un fragmento de Los comedores de letras, de Gustavo Martín Garzo


El pasado día 28 de enero, me hicieron una entrevista para el programa de radio Mar de Fueguitos. Gorka, su conductor, me regaló además en un correo electrónico este fragmento de Los comedores de Letras, de Gustavo Martín Garzo, a cuenta de mi dolor de garganta de ese día y de las cucharaditas de miel que me tomé para hacer la entrevista. Gracias.



En una antigua escuela rabínica los maestros, para enseñar a leer, dejaban caer sobre las letras un hilo de miel. Los niños debían pasar por ellas su dedo, y llevárselo luego a los labios. Así, al tiempo que aprendían a memorizar las letras, saboreaban la miel que había en sus trazos. “El conocimiento es dulce”, esa era la enseñanza. Pero también que las letras, las palabras, eran algo más que una mera abstracción, formaban parte de la realidad. Aún más, la fundaban. La realidad estaba sostenida por las palabras. Lo que no es distinto a decir que es en las palabras donde se guardaba el verdadero sentido del mundo.

Gustavo Martín Garzo, en “Los comedores de letras”

jueves, mayo 27, 2010

Este viernes, presentación de El otro fuego




Pincha sobre la imagen para ver los detalles.

miércoles, marzo 31, 2010

La bruja, un hiperbreve de Norberto Luis Romero

LA BRUJA

Ahíta después de comerse a Hansel y Gretel, abandonó a toda prisa la casita de chocolate para acudir al palacio de una bella princesa y entregarle un huso que la dejó dormida, de allí a la casa de una tal Caperucita donde le informaron que llegaba tarde y habían puesto a un lobo, corriendo acudió al bosque para ver a Blancanieves y darle una manzana emponzoñada... En su casa, se quitó los pesados zapatos, y mientras descansaba en la mecedora rogó a dios que llegase pronto el realismo.

NORBERTO LUIS ROMERO

jueves, octubre 23, 2008

Cuento en Cuentos y cuentos

En el blog Cuentos y cuentos, dedicado a hacer una selección de cuentos cortos, han tenido el detalle de colgar un relato hipebreve que escribí en tiempos de maricastaña. Podéis encontrar unas cuantas joyitas en ese blog.
Muchas gracias.

lunes, enero 21, 2008

Texto y foto del Rey Mago


Gaspar
, un compañero del taller literario al que asistía hace años, me manda un texto y una foto. El hiperbreve de Kafka me gusta mucho... sobre la foto, de verdad que no recuerdo haber intercambiado mi ropa con un miembro de la guardia vaticana. Claro que a juzgar por la risa tonta, igual es que iba muy pedo...


Deseo, de ser piel roja

Si uno pudiera ser piel roja, siempre alerta, cabalgando sobre un caballo a todo galope, con el cuerpo inclinado y suspendido al viento, sacudido una y otra vez sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas, pues no harían falta espuelas, hasta arrojar las riendas, pues no harían falta riendas, y apenas viera ante sí que el paisaje era una pradera llana, ya sin el cuello y sin la cabeza del caballo.

Franz Kafka (1913)
(Gracias por el texto y el fotomontaje, Gaspar).

martes, diciembre 12, 2006

El magnetofón, de Dino Buzzati

Le había dicho (en voz bajísima) le había suplicado cállate por favor, el magnetofón está grabando de la radio, no hagas ruido, sabes que me interesa, está grabando Rey Arturo de Purcell, hermosísimo, puro. Pero ella, displicente, pérfida, mala pécora, arriba y abajo con su terco taconeo por el mero placer de verle enfurecerse y luego carraspeaba y luego tosía (a propósito) y luego hacía como que se reía sola y encendía la cerilla procurando hacer el máximo ruido y luego más pasos resonando arriba y abajo con arrogancia, y mientras tanto Purcell, Mozart, Bach, Palestrina, los puros y divinos cantaban inútilmente, ella miserable pulga, piojo, angustia de la vida, así no se podía seguir.
Y ahora, después de tanto tiempo, él hace funcionar la vieja atormentada cinta, vuelve el maestro, el divino, vuelven Purcell, Bach, Mozart, Palestrina.
Ella ya no está, se fue, le abandonó, prefirió abandonarle, él no sabe ni siquiera vagamente qué ha sido de ella.
Ahí están Purcell, Mozart, Bach, Palestrina, suenan, suenan estupidísimos, malditos, nauseabundos.
Aquel repiqueteo arriba y abajo, aquellos tacones, aquellas risitas (la segunda sobre todo), aquel aclararse la garganta, la tos. Eso sí, música divina...
Él escucha. Bajo la luz de la lámpara, sentado, escucha. Petrificado sobre el viejo desfondado sillón, escucha. Sin mover en lo más mínimo ninguno de sus miembros, escucha sentado: aquellos ruidos, aquellos versos, aquella tos, aquellos sonidos adorables, divinos. Que ya no existen, que nunca volverán a existir.