Hablo tarde de Tripulantes, pero es que como ya he dicho en otras ocasiones no estoy dotada para las reseñas. Para bien o para mal, soy de digestión pesada y no sirvo para captar lo general, para sintetizar un acto o un ambiente. Siempre acabo quedándome con dos pinceladas y vuelvo sobre ellas una y otra vez, a veces obsesivamente, buscando lo que me queda de la experiencia.
De la presentación de Tripulantes, varias cosas. Para empezar: hay gente con tanta fuerza que crea una especie de campo magnético a su alrededor. Por suerte, David González es una de esas personas. Por suerte, digo, porque es un placer conocerle y porque de todas las cosas que podía haber sido él es poeta. Otra cosa: en la barra del bar, en el escenario, en el libro, en la gente, se notaba que había cariño e ilusión. Y el libro, aunque aún no lo he leído, es una maravilla de edición. El libro circulaba de mano en mano como bebés nacidos de parto múltiple en su fiesta de bautizo.
Y para continuar con lo que llevo digiriendo desde entonces: al principio del DVD que acompaña al libro hay una frase de David. Cito de memoria: "La ficción es una de las cosas que más daño ha hecho a la humanidad". Rotunda, ¿eh? De primeras, la frase puede echar para atrás a los que somos amantes de las historias, de los libros, de las películas, de la ficción. Pero para mí, por biografía, por mi entramado vital y emocional, tiene sentido, y leerla me estremeció. Escuché por primera vez algo parecido hace muchos años: en mi primera casa de alquiler, en una cocina grande y desvencijada, en una tele con el tubo catódico roto, que emitía los programas con colores delirantes. Estaba preparando la cena con mis compañeros de piso, y Terenci Moix -que no es santo de mi devoción- dijo en una entrevista que a él la ficción que había mamado de niño le había jodido la vida. Que le había llevado años acoplarse a la vida real, y siempre con un sentimiento de pérdida, de abandono, de traición hacia aquellas ficciones que la ficción había engendrado en él. Al oírlo me puse a llorar. Fue la primera vez que me daba cuenta de mi lastre. De la impresión que sobre ciertas mentes o sensibilidades pueden causar los primeros -y los segundos, y los terceros- libros, películas, sueños, historias, su intensidad, su rotundidad, sus finales cerrados -por no hablar de los felices. Para mí, en el amor, en la maternidad, en la amistad, para todo han existido moldes previos. Y como una mariposa débil he tenido que romper el capullo de cada uno de ellos.
Por eso, cada vez más, me vuelvo hacia lo seco, lo abierto, lo que sabe a real, lo contenido, los momentos muertos, la sugerencia, la ausencia. Para que la literatura, como un veneno homeopático, me cure de la enfermedad que ella misma provocó. Para que no me mienta, sino que me muestre, y entonces la vida no me coja desprevenida.
3 comentarios:
Me hubiera gustado estar en Madrid y ver esa presentación...tenía verdadera ilusión con el asunto por David, Manuel Vilas,Miguel Barrero..pero en Zaragoza para mi manera de ver quedo en una quedada en un bar...me quede como si me hubieran robado una pequeña alegría...espero que por lo menos toda esa vitalidad que parece que cogio en Madrid de alas y siga adelante el proyecto...
Bueno, yo olvidé mencionar en el blog algo: !sentí una envidia enorme de la gente que estaba en el proyecto! Te confieso que me hubiera gustado tener mi cachito de gloria, que de vez en cuando el ego también necesita su calorcito de focos y sobre todo, de abrazos. Sólo conocía a David y José Ángel y me hubiera gustado charlar con otra gente interesante que había por allí... así que me volví a casa tristealegre...esto que quede entre nosotros...
Qué grande David González y qué gran frase y cuánta razón, Ana.Un abrazo.
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