El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

martes, febrero 06, 2007

Madrid

Hace ya tiempo que me enfadé con Madrid. Lo recuerdo como uno de esos enfados que se tienen en el patio del colegio, en los que una acaba enfadándose con su amiga porque otra amiga le ha dicho no sé qué que su amiga ha dicho, y nunca hay ocasión de aclarar el malentendido, ni se sabe muy bien quién tiene que pedir disculpas a quien. Pero el caso es que pasa el tiempo y el enfado, convertido ya en un informe disgusto, continúa paralizándonos.
Pues eso: que hace ya tiempo que me enfadé con Madrid. O más bien me enfadaron. Me enfadaron con Madrid quienes lo convirtieron en una ciudad cara, incómoda, polvorienta y con aires de grandeza. Quienes cerraron mis bares, mis terrazas, mis plazas y los convirtieron en sitios-de-moda o sencillamente en lo que no eran. Quienes quitaron los mostradores de zinc a las tabernas y los de mármol a las panaderías. Quienes me echaron de los barrios del centro, en los que llevaba viviendo casi veinte años, porque tenía que elegir entre casas carísimas o agujeros caros. Quienes decicidieron ponerlo todo patas arriba y eliminar de entre mis vicios los paseos por algunos lugares que había querido tanto. Quienes pusieron la caña a casi dos euros. Quienes tomaron la calle para volver a decirnos que la calle es suya (ellos que no viven en la calle, y que tienen en sus casas buenas calefacciones y aires acondicionados). Quienes decidieron que la aglomeración y las colas son el estado natural del ser humano. Quienes le quitaron a Madrid la vocación de pueblo grande y sin chismorreos.
Hoy decidí reconciliarme. Dar un gran rodeo para volver a casa. Quevedo, Iglesia, Martínez Campos, la Castellana, Atocha, Lavapiés, Tirso, La Latina. Con algo de azar pero también -como en toda reconciliación- con algo premeditado. He evitado las zonas en obras y he buscado edificios y bares: balcones forjados, ventanales, barras de zinc (una, pero estupenda). Cervezas, caracoles, cazón, gambas, aceitunas. Allí estaban, rescatados a la memoria, listos para incorporarse a mi nueva vida, para generar otros momentos y recuerdos. Para mi sorpresa, casi todos se habían mantenido sin dejarse utilizar por quienes los quieren diferentes. Su belleza acogedora había resistido. Hubiera sido casi un viaje al pasado, si el precio de las cañas no nos hubiera traído al presente que, de todas formas, hoy me parece -decido que sea- aún habitable.

5 comentarios:

Mariano Zurdo dijo...

Me reconozco en tu Madrid y me uno a tu enfado.
En rincones escondidos todavía huele a barrio, suena a niños jugando en la calle.
No quiero alargarme en este comentario, sólo compartir, si me dejas, ese paseo que te has dado.

Marcus dijo...
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Enrique Ortiz dijo...

No he vivido lo suficiente en Madrid, pero reconozco algún sabor en tu post. Eso es lo que me gusta de Madrid, aunque no sea de Madrid y ya no viva en Madrid. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Yo vivi catorce años en Madrid, allí me convertí en persona. Me tomé muchas, muchas cañas, a lo mejor alguna vez hasta compartimos barra. Cuando me fui estaba bastante más maltrecho que cuando llegué en eso tengo que darte la razón.

Un beso, Miriam G.

Asha dijo...

Entiendo tu enfado.
Yo rememoro Madrid con tan gratos recuerdos que imposible asociarla con algo que me crispe o moleste.

Descubrí "Delic", en la plaza de la paja. Se grabó en la memoria un momento auténtico con sabor a mojito y tarta de choco y nueces caseros.

Un abrazo.