CONFESIONES
Agustín de Nipona
Dicen que se debe amar el dolor y la lágrima.
Supongo que eso es posible si una emoción violenta,
un desplazamiento telúrico, está detrás.
No conozco forma alguna de amar
el dolor y la lágrima que provienen
de un cansancio que tiene la envergadura
de un fósil del pleistoceno, paciente
y perseverante, sin atender a razón alguna.
Levantarse extenuada, dominada por la certeza
de que ese agotamiento no será reparado
porque es tan antiguo como uno mismo
y sólo se moderará al acostarse
para reaparecer vigoroso pocas horas después
elimina todo espejismo:
no puede amarse a quien nunca se irá.
J. JORGE SÁNCHEZ
Filosofía de la minucia, Bartleby Editores, 2008
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