Reyes magos
a mi hijo Manu
Cortamos un manojo de pasto verde
llenamos una lata con agua
y colocamos todo cerca de la puerta
después nos sentamos a escribir la carta:
- ¿qué le vas a pedir a los reyes?
- justicia papá - me dijo
- no, pero eso es muy difícil
- cómo, ¿no son los magos?
- sí, pero...
- no me dijiste que pasan por el ojo de la cerradura
porque es más fácil eso/ a que un rico entre al reino de los cielos
- tenés razón Manu, le pediremos justicia
y cerré la carta con un "que así sea".
A la mañana siguiente
el padre de Carlitos
consiguió trabajo en la fábrica de papel.
ALDO LUIS NOVELLI
(recibido por correo electrónico. Gracias)
6 comentarios:
Hermoso poema, compa Ana, y muy revelador de cómo se puede aunar estética y conciencia social: basta la voluntad. Espero que los Magos hayan sido benévolos contigo y los tuyos, y que este año sea... pues eso, que sea, que ya nos vale.
Un fuerte abrazo y hasta pronto.
Gracias querida Ana porpublicar este poema en tu blog que no conocía.
Y también mi agradecimiento a Manuel Márquez por su valioso comentario.
Quiero agregarte una nota respecto al poema que fue un suceso real.
Hace un tiempo me enteré que mi hijo sabía hacía mucho "la verdad" sobre los Reyes Magos, cuando le pregunté porqué no me lo había dicho, me contestó: "porque no quería romper tu ilusión".
DarkPoet, tu comentario me recuerda un relato de Saiz de Marco ("Cuento de Navidad"). Te lo copiopego:
CUENTO DE NAVIDAD
Desde tu habitación les oyes cuchichear:
-Ya debe haberse dormido.
-Voy a bajar al coche.
Así que este año los regalos están en el coche. El año pasado los escondían en el trastero.
Acabas de cumplir ocho años. Desde hace tres, vienes haciendo creer a tus padres que aún crees en los reyes de oriente.
Ahora entran en tu dormitorio. Te haces la dormida.
Andan con sigilo, sin hacer ruido, como furtivos temiendo ser sorprendidos “in fraganti”. No dicen nada, seguramente se comunican por gestos.
Dejan cajas en el suelo, meten caramelos en los zapatos que dejaste, vacían el agua del cuenco que pusiste (“para que beban los camellos” -aunque sabes que no vendrán camellos, ni pajes, ni reyes…-).
Misión cumplida. Los agentes secretos de la felicidad salen de tu cuarto. Están entusiasmados, otro año más.
Y mañana te tocará actuar de nuevo: hacerte la ingenua, fingir que te sorprendes. Con sólo ocho años y ya actriz consumada (“mirad lo que me han traído los reyes”; “anda, pero si los camellos se han bebido toda el agua…”). Como el año pasado. Y como el anterior.
Porque tienes ocho años y desde hace tres sabes que la única magia es la emoción de tus padres: el brillo de sus ojos, la alegría de sus caras (de repente infantiles, más de niño quizá que la tuya).
Y por eso te niegas a decir “lo sé todo”. Sí: por eso te resistes a amputar su ilusión.
este lugar es antológico ya.
me gusta.
Ternura recién nacida. Un saludo.
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