La hoguera pone al campo de la tarde,
unas astas de ciervo enfurecido.
Todo el valle se tiende. Por sus lomos,
caracolea el vientecillo.
El aire cristaliza bajo el humo.
¿Ojo de gato triste y amarillo?
Yo en mis ojos, paseo por las ramas.
Las ramas se pasean por el río.
Llegan mis cosas esenciales.
Son estribillos de estribillos.
Entre los juncos y la baja tarde,
!qué raro que me llame Federico!
FEDERICO GARCÍA LORCA
(De vez en cuando, recuerdo este último verso. En ocasiones, me resulta sano ese sentimiento de extrañeza ante el hecho de tener un nombre, de ser algo distinto a la tarde que transcurre).
1 comentario:
Una vez escuché decir a Ángel González, defensor de la intertextualidad, que todo poema procedía de otro poema. Te pongo aquí uno suyo que claramente procede del que has dejado aquí de Lorca.
DE OTRO MODO
Cuando escribo mi nombre,
lo siento cada día más extraño.
¿Quién será ese?, me pregunto.
Y no sé qué pensar.
Ángel.
Qué raro.
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