12.
Yo
y el dolor nocturno de los jarrones vacíos.
Vestida de rojo para penar
la acongojante desnudez de los viajeros.
Si pudiera vivir, hablaría.
Si pudiera escapar de la mirada enferma de las flores que se ajan.
Ayudadme, porque las rendiciones necesitan de testigos.
Y yo claudico porque mi boca es un templo devorado por hormigas,
y si yo no hablo,
en los cajones renacen los rumores del bosque
con renovada ansia de cielo y perspectiva.
Maldigo el mármol que deshoja la tranquila furia de lo ordinario.
Porque yo he vivido siempre:
tras de mí, sólo tu niñez en los páramos sin sombras.
ANA PÉREZ CAÑAMARES - A LOS VEINTE AÑOS
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