El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

viernes, octubre 01, 2010

Reseña de Alfabeto de cicatrices, por Estelle Talavera Baudet


Usted está aquí. Ese círculo rojo en la portada que nos sitúa en el plano de un corazón, una ciudad en la que estaríamos completamente extraviados si no fuera por Ana Pérez Cañamares, que nos lleva por sus calles con la cadencia de un gato y la decisión de un leopardo a punto de atrapar una presa: esos ojos amarillos que no parpadean y que no llevan a duda; viene a por ella, viene a por nosotros. Usted está aquí. Comienza la incursión en un corazón que entiende de complejos pero que no los sufre. Y pocos, muy pocos libros, me han gustado tanto.

Su poesía es directa, sin posibles distracciones. Es un concierto donde el solo te deja fuera de combate. La profundidad de sus entrañas así expuestas, la fuerza con que lanza las flechas de aquello que todos hemos experimentado o intuimos que descubriremos si dejamos de distraernos, reviven y nos acercan a ella de una forma muy intensa; nos enamoramos de su sentido del humor sobre las penas, de su fuerza natural, de su aprendizaje, y allí nos mecemos. Sentimos nuestra su rutina, su desorientación, su decisión de levantarse y cada una de las acometidas que le hacen caer en pleno vuelo pero sin tragedia. No tiene miedo de resaltar sus fallos, de hacerlos propios a la vez que universales, características que le hacen más humana, si cabe, en cada palabra. Son lamentos sin autocompasión. Cañamares mira el mundo tal cual es. Su poesía no trata de embellecerlo ni lamentarlo, sino que se compone de herramientas quirúrgicas con las que abrirse en canal, no para mortificación, sino por curiosidad, por saberse humana al cien por cien, por saberse y reconocerse imperfecta. Y tras aquella operación sin anestesia descubrimos el salto del leopardo, y ella misma se sorprende disfrutándose, sabiéndose única a pesar de todo. Esa es la poesía de Ana, la poesía es su propio cuerpo, la expresión de sus gestos, la verdad menos disfrazada y más arrolladora. Sus incognitas son mías también, la forma en que le pregunta al mundo, en que lo intenta distinguir en medio de la nebulosa, en medio de sus propios pensamientos confusos. Y ese mundo se nos presenta con una absoluta claridad; nada será blanco ni negro. Su decisión de avanzar a pesar de los arañazos en las rodillas y las contusiones, son el motor de sus palabras, palabras que le hacen a uno consciente tanto de sus taras como de sus infinitas posibilidades que laten bajo su piel, preparadas.

BUEYES

Si supieras del dolor en mi cuello

no dudarías de que los yugos invisibles

también pesan, y que cada día

del trabajo a casa voy trazando surcos

en los que no habrá de crecer cosecha.

Semejanzas, frases abiertas, mirada sorprendida sobre los pequeños detalles que convierten las cosas en algo distinto, aunque sea por segundos. La forma en que mira es, probablemente, lo más inquietante y bello de su alfabeto de cicatrices.

(…) desde lejos las montañas / espían a los rascacielos / los miran como a un niño enfermo / que no sabe que va a morir.

Parte 1. Tropezón que das. Parte 2. … y no te caes… Parte 3. … camino que adelantas. La evolución del libro es clara: cirugía, lamento, curiosidad, combate cuerpo a cuerpo, renacer de la crisálida. Detrás de todas esas cicatrices se levanta la decisión, el ánimo de reconocer y disfrutar el presente, sea como sea éste, porque la vida sigue circulando, siempre, tras aquellas pieles torcidas que forman la cicatriz que parece fea. Allí sigue habiendo vida, y con más latido, si se puede, pues es lo que destila la imperfección: la sorpresa de saberse aquí. Usted está aquí.
ESTELLE TALAVERA BAUDET

(Esta reseña ha sido publicada en la Revista Culturamas y en el blog de Estelle, 27 paraguas. Mil gracias.)

1 comentario:

Ángel Muñoz dijo...

para que vamos a mentir, el libro me gustó y estelle lo ha clavado.