Poeta, sé el espía de Dios, si Dios existe. Artista, retrata su ojo,
si es que tiene uno.
Sé un oscuro ladrador frente a las carpas de la existencia.
Observa la rosa a través de anteojos con los colores del mundo.
Sé un ojo entre los ciegos.
Baila con los lobos y cuenta las estrellas, incluso aquellas cuya luz aún no ha llegado aquí.
Sé inocente, no seas cínico, como si recién hubieras aterrizado sobre la tierra, asombrado al observar el sitio donde has caído.
Cuestiona con un corazón puro el inescrutable significado de las cosas y nuestro destino tragicómico.
¿Tienes el don del encanto y estás rodeado del asombro? ¿Tienes el loco sonido?
Sé un tonto zen.
El brillo de sol de la poesía lanza sombras. También tienes que pintarlas.
Nunca podrás ver u oír o sentir demasiado. Si puedes soportarlo.
Lucha para recobrar la inocencia del ojo de la infancia.
Compone sobre la lengua, no lo hagas sobre la página.
Como un budista, escucha el ritmo de tu propia respiración.
Bajá la voz y habla desde tu pecho, no lo hagas a través de la nariz.
Cuando leas tus poemas, no trates de romper los cristales de las ventanas
del barrio vecino.
En este arte, no tienes maestro de canto, salvo tu oído interior.
Serás tan grande como tu oído. Si éste es de lata, mala suerte.
Igual que los humanos los poemas poseen defectos fatales.
Canta, ¡Hola!
Escribe un interminable poema sobre tu vida en la tierra o cualquier otro lugar, una poesía más grande que la vida.
LAWRENCE FERLINGHETTI (continuará...)
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