El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

martes, julio 14, 2009

En días idénticos a nubes (XI)



En el número 14 de la Revista Narrativas, se publica el primer cuento de En días idénticos a nubes: "Adrianes y tristezas". También se puede leer, entre relatos y reseñas de otros autores, este texto que Carlos Manzano ha escrito a partir de su lectura de mi libro. Muchísimas gracias a Carlos y al resto de los que hacen esta cuidadísima revista.

"Pocos territorios literarios hay tan comprometidos y cenagosos como la adolescencia, época ardua y confusa por definición, donde se fraguan los grandes complejos y surgen las primeras y casi nunca superadas decepciones. Y ese es precisamente el territorio que Ana Pérez Cañamares aborda en este libro a través de los veintiún relatos que lo componen. Y hay que decir desde el principio que lo hace con éxito, con brillantez me atrevería a decir, gracias a una prosa meticulosa y aguda que penetra con agudeza los múltiples matices y las innumerables contradicciones que jalonan esta terrible etapa vital.


Ya desde el primer relato, que lleva por título «Adrianes y tristezas», queda de manifiesto el tiento con el que la autora se dispone a dar cuenta de los primeros zarpazos y resbalones que sus protagonistas dan en los albores de vida adulta, esa que, según dejó escrito el siempre genial Gil de Biedma, «va en serio». Los sentimientos extremos de la enamorada que se ve obligada a separarse de su novio a causa del paréntesis vacacional («Las lilas blancas») –sentimientos recién descubiertos y, por tanto, exorbitados y frágiles– o el descubrimiento casual de los viejos fantasmas familiares y de las heridas que aún sangran («El bikini rojo»), serán algunos de hitos adolescentes a los cuales tendremos acceso con toda gama de matices gracias a la mirada dúctil, comprensiva pero firme, poco dada a las falsas complacencias, de Pérez Cañamares.


No estamos en modo alguno ante un tratado de trastornos psicológicos ni de irresolubles dramas personales surgidos a consencuencia de la incomprensión del mundo adulto. Por el contrario, los personajes que pueblan este libro son conscientes de la distancia que separa su mundo individual y privado, su pathos temporal, de la subsiguiente fase adulta a la que se saben abocados; pero lo
aceptan y lo viven con naturalidad, sin rebeldías falsas e inútiles. Hay, como no podía ser de otra manera, desencanto y frustración, miedos y sinsentidos, barreras infranqueables que surgen inesperadamente y sueños desorbitados que nunca se cumplirán. Pero todo ello nos es contado con sencillez y desenvoltura, sin aspavientos innecesarios ni retóricas desusadas. Con esta premisa irá apareciendo la pléyade de adolescentes que con sus descubrimientos, sus dudas, sus anhelos y sus contradicciones van a protagonizar el libro y que darán lugar a un conjunto de historias que nos hablan de amores imposibles («Blanca»), oscuros («Mensajes en Morse») o prohibidos («Siestas con Susana»), de obsesiones incomprensibles y obsesivas («Tocarle la cara») o de amistades perpetuas a la luz de la luna («El sol de la noche»). No es sencillo destacar un solo relato por encima del conjunto; la prosa de Cañamares, en ocasiones brillante y siempre sensible, plena de hermosas imágenes, consigue que el lector transite sin problemas a través de la compleja selva existencial de sus protagonistas. No obstante, me atrevería a destacar dos relatos que, quizá por la extrema sutileza con que nos son presentados, merecerían tal vez una lectura más atenta: «La feria», donde se nos habla de la atracción irresistible por una mujer que acaba de escapar del cerco de la adolescencia y que representa, por tanto, para el protagonista la hembra llena de promesas y misterios que a partir de ese momento ya nunca dejará de fascinarle, y «Las dos hermanas», cuyas sugerentes imágenes nos ayudan a comprender con la misma mirada confundida de los hijos cierta turbia historia familiar, pródiga en secretos inconfesables y oscuros entresijos, que tal vez nunca terminará de resolverse.


En cualquier caso, Ana Pérez Cañamares nos ha brindado un excelente libro de relatos que, fruto también de su incitante y tentadora mirada poética (género en el que, por otra parte, ha publicado excelentes libros), nos ayuda a reencontrarnos con esa época que todos pasamos en su momento pero que muchas veces nos negamos a revisitar, como si nunca nos hubiésemos sentido perdidos en ese abismo profundo que separa la sobresaltada mirada infantil del malogrado mundo de los adultos."


© Carlos Manzano
http://www.carlosmanzano.net/

Por cierto, que este número tiene además los siguientes contenidos:

- Ensayo
“Lo anterior” de Cristina Rivera Garza: novela como inquisición ficcionalizada, por Carmen Dolores
Carrillo Juárez
Revisiones a las narraciones históricas mexicanas en “Duerme” (1994) e “Isabel” (2000) de Carmen
Boullosa, por Rosana Blanco-Cano
La destrucción del idilio en la novela “El padre de Blancanieves” de Belén Gopegui: tiempo y espacio
en el idilio moderno, por Nerea Marco Reus
Los errores históricos de “Ivanhoe”, por Enrique García Díaz
Simbología animal en “La Celestina”, por Adrián Flor Martínez

- Relato
Adrianes y tristezas, por Ana Pérez Cañamares
Batir de alas, por Rosa Lozano Durán
El crimen, por Rosa Silverio
Dos Microrrelatos, por Adolfo Marchena/Luis Amézaga
El octavo día, por Jennifer Díaz Ruiz
Sombras chinas, por Horacio Lobos Luna
Malo, por Paul Medrano
Los días de ayer, por María Aixa Sanz
Film, por Luis Emel Topogenario
Menos los martes, por Arnoldo Rosas
Aurora de fuego, por Carlos Montuenga
Presentimiento, por Julio Blanco García
Tres cuentos donde aparece Dios, por Ricardo Bernal
Los libros y la noche, por Gabriel Urbina
Un fusil en la hojarasca, por Óscar Bribián
¡A escena, actores!, por Rolando Revagliatti
Crisis de fe, por Marc R. Soto
El éxodo final, por Sara Martínez
Estados opresivos, por Emilio Jio Gil
La pequeña, por Laura López Alfranca
Las casas se nos abrieron, por Carlos Santi
Miedo, por Pedro Bosqued
El puntal de la vida, por José Maria Morales
Dios es un trompetista negro, por José A. Lozano
Macedonia de frutas, por Marina Cano
En busca de la luz, por Blanca del Cerro
El asesino, por Pepe Pereza
La extraña, por Sergio Borao Llop
Constelaciones, por Ramiro Sanchiz
Correspondencia nicaragüense (II), por Berenice Noir
El desquite, por John Cuéllar
Monólogo de un mitómano, por Manuel Fons
Romance de dos vidas en puntos suspensivos, por Héctor Sánchez Minguillán
Amazonia, por Camilo Pequeño Silva

- Narradores
Miguel Mena

- Reseñas
“Anónimos” de Miguel Sanfeliú, por Rodolfo Notivol
“Stradivarius Rex” de Román Piña, por Carlos Manzano
“Los depravados príncipes de la vieja corte” de Mateiu E. Caragiale, por Pablo Lorente Muñoz
“Haz de luz” de Adriana Serlik, por Antonia de J. Corrales
“Balada de la guerra hermosa” de Eugenio Suárez-Galbán Guerra, por Gilmar Simoes
“Mirar al agua” de Javier Sáez de Ibarra, por Pablo Lorente Muñoz
“En días idénticos a nubes” de Ana Pérez Cañamares, por Carlos Manzano
“Mapa mudo” de Hilario J. Rodríguez, por Miguel Sanfeliu
“Papeles dispersos” de Carlos Castán, por Luis Borrás
“Yo, lo superfluo y el error” de Jorge Wagensberg, por Pablo Lorente Muñoz
“Aeropuerto de Funchal” de Ignacio Martínez de Pisón, por Luis Borrás
“Cómo hablar de los libros que no se han leído” de Pierre Bayard, por Pablo Lorente Muñoz

- Novedades editoriales

1 comentario:

Inma Luna dijo...

Toma ya!!!
Oeoeoeoeeeeeeeeeee!!
Besísimos