Nunca he creído que el poeta sea alguien que posea una sensibilidad especial o una percepción espiritual extraordinaria, o que tenga derecho a vivir apartado del mundo, ni que esté por encima de la vida común y corriente de los demás. Al escribir poesía he conocido intensa felicidad y el peor de los temores: que las paredes no puedan derribarse y que estas palabras no logren llegar a otro ser. El impulso que me lleva a escribir poemas ha sido siempre, para mí, el deseo de ser oída, de encontrar eco en otra alma. Con más y más frecuencia esto ha significado oír y escuchar a los demás, guardando dentro de mí el lenguaje de experiencias distintas a las mías, bien sea en palabras escritas, bien en la prisa y decaimiento de interrumpidas pero persistentes conversaciones. He sido transformada, mi poesía ha ido transformándose, en este proceso sin fin.
En el transcurso de la escritura de mis poemas, además -antes que mi inteligencia racional lo supiera-, he aprendido el camino a seguir, las direcciones personales y políticas de mi vida. Ninguno de estos poemas surgió de una idea abstracta sobre el arte, son producto de la convicción y de la necesidad. Me sentiré complacida si sientes en ellos la respiración de una mujer que vive, que intenta cumplir su función en el mundo y que todavía sigue afrontando decisiones y fronteras.
ADRIENNE RICH. De su prólogo a la Antología poética 1951-1981. Selección y traducción de Myriam Díaz-Diocaretz. Visor. Madrid, 1986
1 comentario:
Venga, pónnos un poema. Debería leer cosas de ella, pero hay tantos autores que descubro y unos pocos que siempre releo y no doy a basto..
Por cierto, mañana estaré por Madrid. Tengo el teléfono medio jodido, se me apaga a ratos, pero llámame si quieres y nos tomamos una caña.
Felicidades a tu niña por su cumple. Y a la madre, por descontado.
Un abrazo
Publicar un comentario