Retrato de luna llena
Está alegre mi padre
y me ha mirado a los ojos.
Azules ojos brillando,
iluminando a los míos.
Me ha pasado una bolsa de pólvora
para cargar los cartuchos.
Al amanecer nuestros pies quebrarán la hierba escarchada
y los perros cebados con la sangre de las aves muertas
nos trasmitirán el presagio y la furia.
Me dirá que guarde silencio
y le sacará el seguro a su arma.
Los perros se quedarán quietos
aguantando la respiración y tiritando.
Sentiré el corazón latir con fuerza.
Nuestros ojos se encontrarán.
Acerados ojos en un pacto con la muerte.
A lo lejos cantará una bandurria.
Los treiles temerosos aún no podrán con el frío.
Yo me quedaré atrás.
Los perros acezantes delante suyo.
Se llevará la escopeta al pecho
y un trueno quedará vagando
junto con las plumas arrastradas por el viento.
Yo correré tras los perros para quitarles la perdiz
del hocico enrojecido
y un amasijo con olor a pólvora y sangre
llevaré a mi morral mientras comienza a amanecer.
Ahora mi padre es un puñado de musgo iluminado por la luna.
Un puñado de musgo escarchado en el otoño
cubriendo las hilachas
de su terno obscuro enredado en las raíces.
Un puñado de musgo que yo miro y que me mira
mientras la luna se va diluyendo
en las apacibles aguas del nuevo día.
BERNARDO REYES
(Gracias, Serdán.)
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