Me he reído -por no llorar- con este artículo, que me parece que da en la diana, a propósito de escritores, premios y mercadotecnia. Me he reído, y también he encontrado estas frases que me han hecho pensar:
"Quizás porque, como diría un materialista, al escribir uno siempre se delata aunque no quiera.
También en eso escribir se parece al matrimonio: uno descubre cosas de sí mismo que preferiría no saber.
Por eso nadie escribe para decir algo, sino para escuchar, para que lo que escribimos nos diga lo que no sabíamos de nosotros mismos, para que nos delate".
3 comentarios:
Tiene razón ¡qué dedos más cotorros!
Se sale Reig, qué bueno es. Un beso, Ana.
La escritura, como toda acción humana, persigue ese fin causado por el instinto natural conocido como la supervivencia, esto es: comunicar lo que nuestra psique ha pensado sobre el mundo donde vive (por analogía, o por imaginación dramática) a otras psiques individuales, y poder existir en ellas durante el máximo tiempo. Ejemplos de este logro artístico son Shakespare, Cervantes, Joyce, Nabokov, etc. Ser inmortal a través del Arte es connatural a todo ser humano. Incluso pienso que la procreación y la generación de un vástago, conlleva en su progenitor el cumplir con esa ley molecular de su propio ADN que le conmina instintivamente a querer pasar su código genético (su yo) a una nueva generación.
En caso de que no se logren la fama, el dinero, vender libros, tener lectores, tener hijos, o conseguir la inmortalidad de un clásico, siempre tendrá ese ser humano la posibilidad de leerse a sí mismo como vía para dar alguna utilidad derivada, y por defecto, a su deseo de inmortalidad.
Porque como todo cambia y nada permanece (Heráclito) y nunca somos los mismos en cada momento que pasa, cada escritura simboliza un nuevo estadio de ese yo continuo conocido como alma, atman, consciencia, psique, ego, yo, del que nunca sabremos lo suficiente hasta el gran y mágico momento que es la muerte, pues ésta nos hará diluirnos, de nuevo, en el anonimato del universo.
Es muy posible, en consecuencia, que el fin oculto de escribir sea el poder ser inmortal más allá de nuestra muerte material, así como que la causa eficiente y motora de ese acto que es la escritura sea nuestra consciencia de que tal fin será, de por sí, fútil e ilusorio: es como entregar al mar un mensaje en una botella; no es filosóficamente más útil recoger la botella y leer el mensaje por su propio remitente, que dejar esa botella a la deriva para que un destinatario anónimo la recoja y la lea. La valentía residiría en escribir en ese mensaje que hemos enviado al mar dentro de esa botella: "Vive, reprodúcete, y acepta tu muerte con valentía: ni más ni menos te ha sido concedido."
(vaya parrafada tonta que me he marcado; es mi instinto natural, I beg your pardon-jjajaa).
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