El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

jueves, octubre 04, 2007

Acercando orillas II (I): Manuel Moya

De Manuel Moya tomo la bio-bibliografía que aparece en las afinidades electivas:

Manuel Moya nació en Fuenteheridos (1960). Poesía: La noche extranjera (1994), Las islas sumergidas (1996), Salario (1998), Taller de máscaras (2001) y Lección de sombras (Renacimiento, 2002) e Interior con islas (Pre-textos, 2006). Bajo el heterónimo de Violeta c. Rangel La Posesión del Humo (Hiperión, 1997) y Para nada (2000). Prosa: La sombra del caimán y la novela La mano en el fuego (Ed. Calima, 2006). Premios: C. Córdoba, C. Las Palmas o Leonor. Figura en importantes antologías y estudios de la poesía española de los ´90. Traductor de Libro del desasosiego. Se ha ocupado de ediciones críticas de autores como Bergamín o Miguel Pizarro.

(Añado yo que habiendo nacido en un lugar llamado Fuenteheridos, la poesía es casi una vocación lógica, ¿no?)


En esta misma página, Manuel deja este texto como poética:

Para mí el poema es un viaje. Un viaje hacia ninguna parte y en esto se parece a la vida. Busco en el poema el latido y el aullido de lo humano. Tonterías las mínimas. Gilipolleces, las mínimas. En cinco líneas no se puede decir nada y en cambio en un poema de cinco versos cabe el mundo. Quién se lo explica.

Y de diversas páginas tomo unos cuantos de sus poemas. Este primero, llamado Lluvia, me gusta especialmente. Porque a mí la lluvia siempre me pone de un humor de musical hollywoodiense:

LLUVIA

Tienen sed los campos.

Ha llovido poco últimamente.

Pasaron las tormentas que no dejaron nada.

Sacaron a los ídolos y no vino la lluvia.

La lluvia viene cuando quiere. No tiene su sazón

hora fijada. Mucha o poca,

la lluvia jamás mide

cuanto otorga, ni prevé

dónde será bien recibida.

Llueve con simpleza, simplemente.

Se deja llover por puro gusto.

No castiga la lluvia, no condena.

Jamás la lluvia aplaude,

jamás se afirma en nada.

Es un don la lluvia, y no lo sabe.




CANCIÓN DEL TAJO

Me quiero navegable como el Tajo

y que un hato de lucios o de tencas

salten por mi vientre.

En invierno quiero dar calor a una comarca

y en verano arrancar el escalofrío de un niño.


Me quiero navegable

y que los barcos crujan en mis huesos

y bailen las muchachas al compás de una orquesta,

que los viejos pesquen en mi orilla

y no falte al arenero su jornal, su vaso de alma.


Me quiero navegable y ser por un momento

reflejo de esos pájaros que cruzan

volando el continente,

nubes a quienes nada importa

quedarse en el camino

o deshacerse como uva en el lagar del cielo.


Me quiero navegable y estar pasando a veces

y cantar a mi modo

canciones muy sencillas y tristes.


Y con su heterónimo, Violeta C. Rangel, con el que ha desarrollado una voz sólida, verosímil, compacta, Manuel acaba de publicar libro en la Editorial Baile del Sol, de cuya página he sacado esta reseña:

"Cosecha roja incorpora, además de los cuadernos Para nada (Editorial Crecida, 1999) y Four roses (Cuadernos del vigía, 2002), los últimos poemas inéditos de Violeta c. Rangel, poeta desgarrada, marginal y siempre presta a la desobediencia más corrosiva, extremos que le emparentan con escritores de la estirpe de Céline, Auster, Cioran o Leopoldo María Panero. Pocas veces en la poesía española se ha visto una obra más decididamente incordiante y descarada como la que se ofrece en este libro, no apto, desde luego, para optimistas o pusilánimes".
Un poema de Violeta:
TE advierto que ahí afuera
TE advierto que ahí afuera ladran perros
que un espejo mira helado tu cabeza.
No abras las ventanas, no las abras,
finjamos otra vez que aquí no hay luz,
que estamos muertos.

1 comentario:

Enrique Ortiz dijo...

Buenísimo, Ana. Tomo nota de nuevo de una voz que no conocía. QUé maravilla. Un abrazo.