El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

jueves, junio 21, 2007

Poema: transacción

TRANSACCIÓN

Reconozco que en ocasiones
cuando doy una moneda
a un músico de los que tocan
en el metro, lo que estoy haciendo
es comprar una palabra amable
una sonrisa agradecida
un fogonazo de afecto
que me salve de los túneles
en las miradas de los desconocidos.

13 comentarios:

Kebran dijo...

PERO QUE GRAN POETA ERES ANA, TODO UN LUJO DE ESTE GUSANITO EL PODER LEERTE
MUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUY BIEN.
TOCAS CORAZONES CON TUS COMPOSICIONES.

Marta Sanuy dijo...

Buf, Ana, qué exactitud, anda, no salgas hasta que pase por lo menos el verano...

SONIA FIDES dijo...

Ir desde la luz a la oscuridad es siempre poesía por eso asusta y se buscan compañeros de viaje, pequeños efectos especiales que no nos hagan volvernos rutinarios y volver a esa normalidad que nos incita siempre a pasear desde la oscuridad hacia la luz... Por eso tus palabras siempre causan efectos secundarios, de hecho creo que ya no "deberías" volver a utilizar palabras que fomenten los efectos primarios.

Un abrazo.

Sonia.

Rafa dijo...

El cesped siempre brilla mas en el jardin de al lado (imagen muy burguesa y americana, pero exacta). Cuando encontramos a alguien que vive peor que nosotros le agradecemos que su cesped brille poco, por un segundo estamos contentos con nuestro fracaso. Escribes con tanta facilidad.....

Fernando dijo...

yo creo que es algo muy común...compras para sentir el pequeño calor y el asentimiento...a la vez un poco de confianza en ti misma..en los túneles en que se forjan las ciudades?...besos de verano

Miriam G. dijo...

Magnífico Ana. Yo ahora compro más cosas con esa moneda, los nervios y la emoción de Candela cuando la echa, la sonrisa que le arranca el músico, el aire que tengo que inspirar para incharme como un pavo...

Un beso, Miriam G.

Unknown dijo...

Y vale la pena.

malditas musas dijo...

Una reflexión poética necesaria, el dinero siempre simboliza otras cosas.

Te comento Ana que ayer estuve en la expocición de ventanas. Hay muchas de las que asomarse y muy variadas en ese Centro cultural modesto cerca del mar. Muy interesante la diversidad.

Te dejo un beso.
Marcela

Víktor Gómez Valentinos dijo...

El violinista que desafinado toca y sonríe en la puerta del supermercado lleva entre los dedos una sombra gritona.

Aulla en mis horas de despiste urbano, cuando yerro solitario, cuando huyo del huir diario y me dejo vencer en las mareas de las calles caóticas.

Gritona sombra, con alardes de violinista, me apremia a mirarle a los ojos detenidamente, sin asco, sin miedo, sin vuergüenza, sin desidia, sin prejucio, sin lastima. Mirarle a los ojos. Mirarle. Mi.

Cuando pienso en su vida, en sus dedos, en el invisible trenzado de sombra que nos une...

Me impacta la transparencia de tu palabra. Daga ligera que busca el pulmón y no se recrea en la herida.

¿Qué narices le estoy dando cuando le doy limosna a un sintecho?

Le miro, cuando ya no está, a ese rostro que me asocia su melodía rota de violin rancio. Le oígo, en los ojos que me miran queriendo agradar, queriendo sonreir sobre un millón de cicatrices, sobre una hacatombe de derrotas inmemoriales.

Tu Victor

Leo Zelada dijo...

Esa mirada poètica a partir de un hecho cotidiano me gusto. Aunque el verso final lo podias redondear mejor.

Enrique Ortiz dijo...

Valiente y necesario, me ha sorprendido la inversión de los dos últimos versos. Un abrazo, Ana.

Ana Pérez Cañamares dijo...

Gracias. Me parecen muy interesantes vuestros comentarios. Me han hecho pensar más sobre lo que quería decir, creo que le añaden significados.
En cuanto a los dos últimos versos, quizás si no se entienden es que no están conseguidos. Qué horror esto de explicar un poema, ¿no? Son los túneles que se abren, que se ven en las miradas de los desconocidos. Igual he querido ser tan esquemática y rotunda que falla la gramática.
(Marta, la verdad es que odio el calor y en el verano tiendo a recluirme hasta la hora de las terrazas, así que si no me puede el asobine espero estar productiva...)
Viktor, me ha hecho pensar tu pregunta de qué das cuando das una moneda a un sintecho. Yo creo que lo hago es pedirle perdón, expiar (nunca es suficiente) mi culpa de tener más que él (en lo material, claro).
Marcela, qué ilusión que fueras a la exposición, eres la primera persona que me cuenta algo de ella. Me gusta eso de que esté cerca del mar.
Miriam, yo también compro eso que tú dices. Aunque durante un tiempo a mi hija pasó a darle vergüenza pero ahora otra vez -mi hija, que es una adalid de causas justas y actos compasivos- vuelve a hacerlo con gusto.
Sigo dando vueltas a algunas de las cosas que habéis dicho a propósito del poema, Sonia, Rafa, Fernando, Ernesto, Leo, Enrique, Kebran, de verdad que me parecen muy interesantes. Besos a todos

Anónimo dijo...

Otro comentario:
"... que me salve de los túneles/en las miradas de los desconocidos." Esta frase me recuerda la soledad de la gente en las grandes ciudades; ese túnel de pupila e iris que se ven pero no se aprecia lo que hay.
Luego, todo el poema me ha gustado.