El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

jueves, junio 14, 2007

Justicia poética

Yo tenía quince años y un novio. Íbamos a la misma clase. No valía para estudiar, pero lo suplía todo con encanto y con ingenio. Aunque era bajito, jugaba como escolta al baloncesto, y era bueno, y yo me quedaba viéndole jugar en el patio hasta que se hacía de noche. Nuestros compañeros le admiraban y le temían, porque era capaz de aniquilar a alguien con una frase que le hiciera morirse de risa o de vergüenza. Nunca pensé que quisiera salir conmigo, porque yo era nueva en el colegio y no precisamente una chica cañón, y él era rubio y pecoso como un irlandés, y tenía algo que lo hacía diferente. Pero un día me acompañó a casa y me lo pidió. Estuvimos juntos durante tres años; durante aquel tiempo yo hubiera hecho cualquier cosa por él. Aunque jamás me agarró ni me besó delante de nadie; aunque me pedía que la única copia de los poemas que le escribía fuera para él. Cuando estábamos solos nos sorbíamos el alma por la boca; y él lloraba cuando le leía mis poemas. En fin, éramos así.
Cuando cumplimos dieciocho años me dijo que me iba a hacer un regalo; para ser honestos del todo, iba a ser un regalo para los dos. Nos regalaba la libertad de conocer a otras personas, de salir con ellas, de enrollarnos, para no tener nunca la sensación de que nos habíamos perdido algo. Me dijo -a pesar del dolor, le creí- que al final acabaríamos juntos; que resistiríamos todas las comparaciones, las separaciones, todo.
Después de romper, coincidimos alguna vez. A mí seguían temblándome las rodillas cuando le veía, aunque cada vez estaba más segura de que, una vez empezada la larga lista de sustitutos, sería imposible volver. Nos llamábamos de vez en cuando, tomábamos algo, y tuviera o no novio, yo sabía que a una palabra suya quizás no volviera con él, pero sí al menos veríamos amanecer juntos. Él nunca dijo nada y yo tampoco me atreví. Sin embargo, él parecía estar seguro -quizás era una forma de mantenerme enganchada- de que algún día estaríamos juntos. Incluso cuando quedamos para que conociera a mi hija. De vez en cuando soñaba con él: que nos veíamos en el patio del colegio, que nos besábamos, que nos decíamos adiós, que todo volvía a empezar y a terminar.
Un día me llamó un compañero común de los tiempos del instituto. Me dijo que se había encontrado con alguien, que le había contado que él, que mi primer novio, había muerto en un accidente de coche. Me di cuenta entonces de que hacía tiempo que había dicho adiós a nuestro sueño de acabar juntos; y que, sin embargo, a menudo, cuando caminaba por la calle, esperaba encontrármelo. Sólo para verle andar. Sólo para saber que seguía existiendo. Y entonces pensé que ya nunca más, nunca más la posibilidad de ese encuentro fortuito que de alguna manera me hacía la vida más alegre.
Ayer caí en la cuenta de que el catorce de junio, hoy, habría cumplido años. Treinta y nueve, como yo. Y esta noche he soñado que iba a casa de su familia, que su madre y sus hermanos me abrían la puerta. Que me reconocían. Que nos abrazábamos llorando, y que les decía que nunca había tenido la oportunidad de despedirle. Ellos me enseñaban un jersey suyo que yo recordaba. Yo les decía cuánto le había querido, y todos recordábamos su forma de andar, sus zapatos castellanos, sus bromas, su risa. Les pedía que me dijeran donde estaba enterrado, porque siempre había querido saberlo. Y ellos me llevaban hasta su tumba, y yo leía su nombre completo -Juan Carlos Terrón Rodas- escrito en letras de piedra. Y me daba cuenta de que estaba muerto, sentía su ausencia pero también todo el cariño que siento por su recuerdo.
Así que felicidades, porque hoy, aquí, cumplirías años.

14 comentarios:

Kebran dijo...

UN ABRAZO GRANDÍSIMO ANA, SIENTO LO QUE SIENTES, Y MAS UN DIA GRIS COMO HOY. YO, TE CUENTO EN EPOCA DE RENOVACIÓN, NO SABEOS SI PARA MAL O BIEN, EN MI BLOG ESCRIBIRÉ MAÑANA UN POST SOBRE ELLO AL QUE SEGUIRÁN MUCHOS, UN MODO DE QUEMAR RECUERDOS Y YA ME COMENTARÁS.

Miriam G. dijo...

¡Ay Ana menos mal que hoy estoy en casa, como estoy llorando! Me tiembla la barbilla, tengo la cara empapada. Un día te contaré una historia, de jovenes novios y de entierros también. Aunque suene desalmado es mejor que te ahorrases el entierro. Yo nunca pudé ir a ver su tumba, no pude volver.

Un beso, Miriam G.

Ana Pérez Cañamares dijo...

Un beso, Kebran, a ver si luego tengo tiempo, que hoy tengo un día de locos, y me paso por tu blog. Veo que estamos melancólicos, será el tiempo.
Miriam, para continuar con esta lista de casualidades y justicias poéticas, te prometo que ayer, mientras escribía muy emocionada este texto, no sé por qué, cada dos por tres me acordaba de ti y sin saber tampoco por qué, pensaba que este texto me conectaba contigo y que te iba a llegar a ti especialmente. Respecto a lo del entierro... no sé, a mí es que los ritos me tranquilizan. Pienso que me quitaría la sensación, que aún me viene de vez en cuando durante una milésima de segundo, de que todavía puedo encontrármelo por la calle. Un beso, guapa. Espero no haberte estropeado el día con los recuerdos...

Marta Sanuy dijo...

Hola Ana, yo todavía no lo entiendo, cruzo los dedos, aun no se ha muerto nadie muy cercano. La única coincidencia es que hoy también es mi cumpleaños.

Enrique Ortiz dijo...

Me ha gustado el texto, Ana, mucho. Un abrazo.

Jesús Alonso dijo...

Emocionante y preciso. Otra vez un muy bien. Y van...

Marta Sanuy dijo...

La verdad es que los demás nos beneficiamos de que no quieras salir de tu mundo de momento, hay que darte las gracias: ¡Pero qué bueno!

Marta Sanuy dijo...

Ana esto último iba para el poema:J, que me tiene atrapada, me he equivocado de sitio.

besazos.

Ana Pérez Cañamares dijo...

Gracias a todos.
Y esta vez, en especial a Marta, porque me reconforta lo que dices. Porque a la vez que siento que lo necesito y que vale la pena, a veces me entra algo de ahogo quedándome aquí dentro... Bueno, nada dura siempre, poco a poco me voy asomando. Y esta también es una manera de seguir estando viva, de seguir estando acompañada, de seguir ahí. Besos

Anónimo dijo...

Hola, Ana. Me acuerdo de veros a Juan Carlos y a tí bailando agarrados en alguna fiesta del local y de cómo os mirábais y de cuánto te quería. De cómo hablaba de tí con tanta ternura y de cuánto te admiraba por lo bien que, ya entonces, escribías. Cada vez que llega el 14 de junio mi mente desconecta del mundo real para dedicarle un pequeño homenaje. El tuyo me parece precioso. Yo también pienso que era una persona muy especial. Fue incinerado, según su deseo.
Muchas gracias, Ana. Yo, También te quiero. CARMEN TERRÓN.

Ana Pérez Cañamares dijo...

Hola, Carmen. El otro día mientras escribía lo que has leído, estaba emocionada pero no podía llorar. Ahora por fin estoy llorando. En algún momento pensé que me gustaría que alguien de vuestra familia pudiera leer esto, pero me parecía casi imposible. No sé cómo has llegado hasta aquí, pero me emociona muchísimo que me escribas y te lo agradezco de corazón. Ya no tengo apenas oportunidad de hablar de él con alguien que le conociera. Y me emociona mucho lo que me cuentas. Siempre pensé que fue una de esas rupturas especialmente tristes, porque nunca dejamos de querernos, pero la vida nos fue llevando por caminos diferentes. Todavía después de saber que había muerto, he soñado con él y le he buscado por la calle. Una vez, en una época en que yo tenía problemas, soñé que él se me acercaba y me decía que velaba por mí, que no preocupara. Así que siempre le he tenido muy presente. Muchas gracias, Carmen, me parece un milagro poder hablar contigo y compartir estos recuerdos llenos de cariño y de ternura. Dale un abrazo a tu familia de mi parte, aquí me tenéis para cualquier cosa, y una vez más, muchas gracias y un beso.
Ana

Rafarunner dijo...

Yo también le quería. Talo. Cuando me enteré, hace pocos meses, se me rompió algo que no sé explicar, ni arreglar...
Nano me ha enviado el link de tu blog y se ha removido todo otra vez. Hacía años que no le veía, años y ahora, por extraño que parezca, le echo de menos. Me encantaría hablar de él, de como se reía de nuestras locuras, de las noches estudiando en el local para los finales, durante las fiestas de Aluche. Me ha encantado leerte y recordarle. Un beso

Rafarunner dijo...

Yo también le quería. Talo. Te echo de menos. Mierda de vida.
Perdona, Ana. Un beso

Rafarunner dijo...

http://delascosasyotrashierbas.blogspot.com/2009/01/talo.html