El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

jueves, junio 14, 2007

Historia

Este texto lo encontré en la página del ilustrador inglés Banksy. Lo traduzco aquí, como mejor sé, para nosotros:

Un extracto del diario del Teniente-Coronel Mervin Willett Gonin, que se encontraba entre los primeros soldados británicos que liberaron Bergen-Belsen en 1945.

Era imposible describir fielmente el Campo del Horror en el que mis hombres y yo íbamos a pasar un mes entero de nuestras vidas. Era un desierto árido, yermo como un corral de gallinas. Los cadáveres yacían por todas partes, algunos en pilas gigantescas, otros por separado o por parejas, allí donde se habían derrumbado. Me llevó algún tiempo acostumbrarme a ver hombres, mujeres y niños derrumbarse según pasabas a su lado y retener el impulso de ir en su ayuda. Teníamos que hacernos a la idea de que un sólo individuo no contaba para nada. Sabíamos que unos quinientos morían al día y que así iba a ser durante semanas antes de que algo de lo que hacíamos por ellos tuviera el más mínimo efecto. Sin embargo, no era fácil ver a un niño atragantarse hasta morir de difteria cuando sabíamos que una traqueotomía podría salvarle. Veíamos mujeres ahogándose en sus vómitos porque estaban demasiado débiles como para darse la vuelta y hombres comiendo gusanos mientras echaban mano de media barra de pan sólo porque habían tenido que comer gusanos para vivir y ahora apenas podían diferenciar una cosa de otra. Montones de cadáveres, desnudos y obscenos, con una mujer delante demasiado débil para alejarse de ellos mientras cocinaba en el fuego la comida que le habíamos dado; hombres y mujeres en cuclillas al aire libre, aliviándose a causa de la disentería que les deshacía las entrañas, una mujer desnuda lavándose con jabón y agua cogida de un tanque en el que flotaban los restos de un niño. Poco después de que llegara la Cruz Roja Británica, aunque puede que no tuviera nada que ver con ella, se recibió un enorme cargamento de lápices de labios. No era en absoluto lo que mis hombres y yo necesitábamos, clamando como estábamos por otras muchas cosas que eran necesarias, y no tengo la más mínima idea de quien pidió los lápices de labios. Me hubiera gustado saberlo, porque fue obra de un genio, de una brillantez genuina. Creo que no hubo nada que hiciera tanto por los prisioneros como el lápiz de labios. Las mujeres yacían en la cama sin sábanas ni camisón pero con labios rojo escarlata. Las veías vagar con nada más que una manta sobre los hombros, pero con labios rojo escarlata. Vi una mujer muerta sobre una mesa aferrando en su mano un lápiz de labios. Por fin alguien había hecho algo para convertirlos de nuevo en personas, eran individuos otra vez, no un simple número tatuado en un brazo. Por fin se interesaron por su apariencia. Aquellos lápices de labios les devolvieron su humanidad.

4 comentarios:

francisco aranguren dijo...

Recuerdo en Madrid en el centro de moda Shoping, una placa con una cita de Herman Hesse, enalteciendo aquellos aspectos considerados frívolos, como la moda o la cosmética. Su relación con la forma de construirse el individuo, como manifestaciones de su personalidad. Eso tiene mucho que ver con la libertad. Por eso los presos y los militares eran números, rapados parecían un único individuo: el soldado, más facil de someter y de matar.

Txe Peligro dijo...

umm, interesting.

gracias

Anónimo dijo...

Uffff ¡¡¡¡ tremendo !!!! gracias por haberlo traducido.

Las guerras son así de terribles, no me explico cómo hay personas capaces de alistarse a la primera de cambio.

C.A. Makkkafu.

Anónimo dijo...

Realmente asombroso, yo lo vi enla misma página, y buscando la traducción llegué aquí :) Un gran abrazo a todos. Carmen