El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

sábado, abril 21, 2007

Última voluntad

Os cuelgo completo el cuento de la abuela y el mago.


ÚLTIMA VOLUNTAD



Allí estábamos todos: mis tíos, mis primos, mis padres, yo, y la abuelita muriéndose. Eso nos habían dicho pero era tan difícil creerlo viéndola dormir la siesta que la reunión había tomado un aire festivo, como de celebración sin comilona. Hasta que la abuela despertó, que le acercáramos el teléfono y las páginas amarillas, y obedientes, con cara de idiotas, se los pusimos en el regazo, temiendo que su cuerpo se quebrara bajo el peso de los dos volúmenes. Pero a quién va a llamar usté ahora, madre. Trabajosamente había marcado el número con su dedo como un hueso de pollo y por dos veces, casi dirigiéndose a nuestra incredulidad, repitió la pregunta: "Que si es ahí la Asociación de Magos". Se explicó con una lucidez y una cortesía que sólo guardaba para los extraños: "Si fuera usted tan amable de resolverme esta curiosidad que mi difunto marido y yo tuvimos durante tanto tiempo... ¿cuál es el truco que hacen cuando meten a la chica en un cajón, y luego le clavan cuchillas de parte a parte y separan el cajón en dos y aún es capaz la muchacha de mover los dedos de los pies y mirar al público sonriendo? No, por Dios, cómo se va a enterar nadie de esto, el secreto me lo llevo a la tumba. Si yo tendría que estar ya muerta, el médico no para de decirlo, pero estaba esperando a reunir fuerzas y llamarles, tantas vueltas que le he dado al asunto, no me iba a quedar sin... así que la cogen y la... claro, por eso es que, hombre, la de tonterías que a mi marido se le ocurrieron para explicarlo... No sabe usted lo tranquila que me quedo. Muchísimas gracias también de parte de mi difunto. Hala, a seguir bien". La abuela pidió entonces que le acomodáramos los almohadones y se durmió con un sueño beatífico. El primero en reaccionar fue mi primo; se sentó en la cama y pegó la boca a su oído, mientras le daba palmaditas en la mano: "Abuela, ¿qué le ha dicho el señor ese?" Todos rodeamos la cama, yo pensando que el cabrón de mi primo era capaz de callarse en el improbable caso de que mi abuela rompiera su promesa. Y ella ajena a todo, soltando ese hilillo de respiración que se había convertido en nuestra única conexión con el tesoro. Qué puñetera, qué puñetera ha sido siempre esta mujer, mi madre por lo bajo. Con la conciencia de que el secreto se nos iba, la muerte fue entrando en la habitación con un aire más sarcástico que nunca. Cuando horas después la abuelita murió, mi primo pequeño rompió a llorar sin consuelo. Nunca me he atrevido a preguntarle el motivo de su llanto.

8 comentarios:

Cayetana Altovoltaje dijo...

¡¡EXCELENTE!! :D

Anónimo dijo...

Tu cuento me vino muy bien Ana.
Un rato antes habia leido en Margencero tus cuentos Hiperbreves donde La gacela y la leona y La hormiga y la tormenta me remiten a la vida, la muerte y el desafio.
Tal vez mas sensibilizado luego de ver completa la peli Magnolia.
Quedas como hipnotizado cuando ves una historia que si uno supiera hacer cine lo habria hecho de esa manera.
Tus cuentos son hermosos, no, son muy hermosos.
Mario Luis

Anónimo dijo...

Insuperable. Qué gran cuento en pocas palabras y cuánto contenido. Uno nunca llega a heredarlo todo. Y está claro que lo que uno sabe no es lo que uno tiene. Gracias por tu clase magistral.

Anónimo dijo...

Genail. Como la vida misma.

Anónimo dijo...

Te leo cada vez que publicas, pero ultimamente como comentarista anda algo apagada, es que siempre digo lo mismo: impresionante.

Un beso, Miriam G.

beatus_ille dijo...

me ha gustado mucho nena!! mucho!

un beso

Lux dijo...

Me ha encantado entrelazar sonrisas y lagrimas leyendolo. Gracias!

Ana Pérez Cañamares dijo...

Gracias, Cayetana!
Gracias, Mario. Me alegro de que te gustaran mis hiperbreves. Yo también salí de ver Magnolia pensando que me hubiera gustado hacer esa película. Recuerdo ahora mismo la escena en la que el productor moribundo dice que arrepentirse es bueno...
Gracias, Child in time. Lo de clase magistral me ruboriza.
Gracias, Marsu, Miriam. (Miriam, no me molesta !en absoluto! que a veces te repitas. Mi autoestima literaria es frágil). Gracias, Sonia y Luxvica. Me ha gustado recuperar un cuento que tiene la torta de años -tantos, que me parece que lo escribió otra- y ver que algo sigue contando.