Me viene mucho a la cabeza un cuento de Carver llamado "Parece una tontería", de su libro Catedral. Para los que no lo conozcáis -los que lo hayáis leido, o visto en la película Short Cuts, de Robert Altman, estoy seguro de que no lo habéis olvidado-, la historia que cuenta es la siguiente: una madre encarga para su hijo un pastel de cumpleaños; la misma mañana del día de cumpleaños, el niño es atropellado y herido de gravedad. Sólo sobrevive unos días; durante cada uno de esos días, e incluso cuando el niño muere, los padres reciben una llamada telefónica en la que un hombre repite el nombre de su hijo y les insulta. Finalmente, la madre cae en la cuenta de quien es el hombre que llama: se trata del pastelero al que le encargó la tarta de cumpleaños. Van a la pastelería, y el hombre les recibe con agresividad, echándoles en cara que el pastel en el que invirtió materiales y tiempo ha terminado por estropearse. La madre le dice que el niño del pastel, su hijo, ha muerto. Y el pastelero se derrumba, les cuenta su triste vida, sin hijos, sin nadie, les sirve café, les da bollos calientes -"En momentos como éste,"dice", parece una tontería, pero comer sienta bien".- y los tres pasan la noche juntos, al calor del horno y los panes recién hechos, compartiendo su miseria y su dolor. "Hablaron hasta que el amanecer arrojó una luz pálida por las ventanas, y ni se les ocurría marcharse". Fin.
Me viene a la cabeza este cuento cuando alguien me empuja en el metro sin saber que estoy a punto de desmoronarme. O cuando mi tristeza se convierte en odio e insulto por dentro a los que están delante de mí en una cola. A los que me hacen esperar. A los que creo que me miran mal. A los que no responden a mis buenos días. A todos. A casi todos. A todos.
Pienso en la injusticia de los juicios rápidos, en la ausencia de compasión. Y deseo un amanecer que nos salve, que nos reúna, que nos coja alrededor de un café y unos bollos calientes; pero el amanecer me suele pillar a solas con el insomnio, después de pacer la noche como un rumiante.
8 comentarios:
El tro día escribía en un blog sobre el intentar ser página de la prensa del día siguiente, pero no por sucesos ni por oropeles...por el mero hecho de ser una buena persona con los demás..el conseguir ser amable, respetar a los otros y alegrar la vida a todo el que pueda...acababa diciendo que lastima que haya sido el mismo cabrón que todos los días...pero mañana lo volveré a intentar...esto quizás nos debía valer para todos..un beso Ana y desde aquí un ramo de flores para tí...de esos que te gusta poner en tu cuarto de estar.
Gracias por el ramo de flores, Fernando. Tengo uno puesto que el otro me compré YO (!increíble!). Pensaré que al menos unas cuantas me las has mandado tú.
Entiendo eso que tú dices, pero para mí, aparte de seguir intentando traer más luz que sombras a este mundo, es fundamental aprender a defenderme. En eso estoy, en cómo combinar ambas cosas... en distinguir quién, cuándo y cómo se merece qué.
Gracias por estar ahí.
¡Ay Ana si supieras lo bien que te entiendo! Me he puesto triste pero creo que es bueno.
Un beso, Miriam G.
Siempre adelante Ana...huelo el largo perfume de la primavera...y eso y abril nunca nos lo podrá robar la tristeza...un beso.
Hola, he leído lo del cuento de Carver, supongo que es continuación de "El baño", publicado en su libro "De qué hablamos cuando hablamos del amor". A mí también me gustan mucho Carver y Bukowski porque son de esa clase de delatores de nuestras miserias que tanto detesta el orden social establecido. A Carver lo descubrí hace unos años, cuando mi matrimonio naufragaba y me enamoré de una chica mucho más joven que yo.Leí aquel poema inmortal, "No sabéis lo qué es el amor (una tarde con Charles Bukowski)" dos de cuyos versos dicen: "No sabéis qué es estar enamorado.
Si pudierais verla, sabríais de lo que hablo" y desde entonces los poemas de ambos forman parte de mis días.
Al final, aquella hermosa chica que leía a Paul Auster a todas horas pasó de mí como yo había pasado unos días antes de mi mujer, a la que, de buenas a primeras, le espeté: "Estoy atrapado en el engranaje de un nuevo amor". Pero bueno, eso es una historia que ya pasó. Te felicito por tu blog.
Sí, Miriam, supongo que reconocer la tristeza es bueno. Pero cuando se alarga se parece a otra cosa que da mucho miedo...
Fernando, creo en el poder de la primavera, de hecho desde que volví de Amsterdam tengo la casa llena de flores y algo consuelan.
Galo, gracias por tu felicitación y por tu historia. Voy a buscar el cuento de Carver del que me hablas, porque no lo recuerdo. Ahí está, en la estantería. Sí recuerdo el poema, leí hace poco los poemas completos de Bukowski y me impresionaron mucho. Es de esa literatura que enseña, que amplía, que conforta no como huida sino como compañía. Tú lo dices, delatora de nuestras miserias. Ay, si todos fuéramos más conscientes de nuestras miserias... Un abrazo, Galo.
Lo sé Ana, lo sé, da mucho miedo. Pero recuerdo una frase buena de una pelicula mala, bueno no la recuerdo literalmente, pero decía algo así: la gente herida es peligrosa porque sabe que puede sobrevivir. Peligrosa claro, para los no heridos.
Un beso, Miriam G.
Qué triste, Ana. Mucho ánimo.
La historia, efectivamente, da que pensar.
Se me viene a mí a la cabeza algo que sale también del cuento, pero va por otro lado. Todas las cosas que hacemos y preparamos, aunque no se prevean muy a largo plazo, sí que suelen ser para más adelante. Y de repente, todo, absolutamente todo a lo que le hemos estado dedicando nuestro tiempo, nuestro entusiasmo... de repente puede dejar de tener sentido. También es triste. Maldito Carver.
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