EL DESTIERRO, de Sharon Olds
(A mi padre)
¿Sollozabas como el Shah cuando te fuiste? ¿Olvidaste
cómo habías mandado atarme a la silla, igual
que él olvidó a aquellos amarrados con correas a las rejas
en su nombre? No nos conocías más que él a ellos,
sus más humildes súbditos, sus sirvientes, y permanecimos
en silencio frente a ti así, arqueadas
hacia atrás en reverencia, sin hablar, sin comer hasta que nos
lo mandabas, el vaso empotrado en los
dientes, inclinado como un embudo de latón en las
celdas insonorizadas de Teherán. ¿Olvidaste
la sangre, las luces cegadores, aporreando la puerta como
él olvidó el cable, el dolor agudo,
la mesa de piedra? ¿Llorabas al marchar
como Reza Pahlevi lloró cuando se alzaba
sobre la llanura dorada de Irán, deseaste
de repente oír nuestras voces, empezaste a
valorar de nuevo la oscuridad de nuestro pelo,
te preguntaste si quizás hubiéramos merecido vivir,
nos amaste, pues?
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