Este poema cierra la primera parte -titulada Hija- del libro de poemas Satán dice. Me llama la atención sobre todo porque, después de contar en los poemas anteriores la terrible relación que la autora tuvo con su padre con imágenes y palabras muy duros pero evitando cualquier victimismo, este último poema se cierra con unos versos que funcionan como un trampolín para enfrentarse al resto de los apartados del libro -y de la vida de la escritora: Mujer-Madre-Viaje. Son el pacto que una superviviente hace consigo misma para seguir hacia adelante.
LA HIJA CRECIENTE
Mientras chupé la vida del cuerpo de mi madre
en el oscuro cuarto exterior sobre el mar,
la leche salpicada de crema meciéndose en mí
del mismo modo que mi madre me mecía en sus brazos-
lejos de la costa,
desde el silencio y la oscuridad, del submarino,
delicado como una gamba, los hombres rana japoneses,
salieron nadando despacio. Se acercaron por el oeste,
sus rostros de oro brillando como granos de
mica, en el denso Pacífico,
sus aletas como patas de langostinos. Yo estaba echada
y chupaba, y, como amarillas escamas de mantequilla,
ellos inscribieron en mí en grandes cantidades,
con la leche de mi madre, una vocación. Desde entonces
sería ante mí misma, la enemiga
de todo aquel que me impidiera crecer.
¿No dan ganas de tatuárselo en un lugar bien visible?
1 comentario:
Te agradezco que hayas subido a tu blog este poema de la gran Sharon Olds. Lo acabo de transcribir en mi blog del amasijo, citando, por supuesto, ésta tu dirección.
María del Carmen
Publicar un comentario