Y sin embargo, quiero que levantes la mirada y me mires.
Quiero que me mires y me expliques por qué toda esa tristeza, que me digas por qué la tristeza es más importante que yo. Por qué yo no puedo curarte la tristeza, tu enfermedad crónica.
Te convertiste en la guardiana de las mentiras ajenas. Te hiciste la tonta, para no hacernos daño con lo que veías en nosotros.
¿Qué hay escrito en ese papel? ¿La verdad que guardabas para ti? Cuando el pintor se vaya, ¿quemarás ese papel en el baño de la habitación?
Mírame, porque tu mirada me da la existencia. Incluso si soy hija de una mentira.
Ahora veo a mi hija en ti, y es ella la que me niega la mirada, la que está enfadada conmigo, la que no quiere ver mi tristeza.
Ahora yo soy la mujer del cuadro y no quiero veros a ninguna. Quiero que me dejéis sola con mis propias mentiras, con mi fragilidad.
No se ve ningún armario en la habitación, pero yo sé que lo hay. Un armario con un espejo. Las tres nos reflejamos en él. Mirando nuestros reflejos de soslayo, con curiosidad, con miedo, abrumadas por las emociones que no nos atrevemos a encarar.
Nos queremos, pero nos duelen demasiado las herencias que nos dejamos.
1 comentario:
Hola, Ana, cómo te va?
Recibí tu mail sobre esta bitácora, pero entre unas cosas y otras lo fui aplazando. Ahora me lo apunto en mis Favoritos y procuraré entrar a diario. Besos
PD: Voy a poner un link en mi blog; gracias por el tuyo a mi página.
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