El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

sábado, octubre 07, 2006

Hermana Sharon

A veces, la lectura nos regala un momento mágico, milagroso, una comunicación que transcurre por coordenadas ajenas a las del espacio y tiempo normales. Yo creo que todos leemos buscando esa ráfaga de reconocimiento que es como un abrazo sin cuerpos. Puede ser que leamos una idea, una emoción, que nos llevaba rondando sin que pudiéramos ponerle palabras; que encontremos en un libro palabras más rigurosas y precisas que las que nosotros habíamos utilizado antes para expresar algo parecido; incluso, y esto es más raro, las palabras exactas que ya habíamos encontrado, con lo cual de la admiración pasamos al asombro total. ¿Cómo, entre tantos vericuetos, entre tantas posibilidades, entre tantas bifurcaciones psicológicas, emocionales, expresivas, el autor y yo hemos acabado por llegar a la misma expresión?
La semana pasada le daba yo vueltas a qué enseñanza, qué utilidad, puedo extraer de una situación dolorosa: el hecho de que mi hija sólo conviva conmigo la mitad del tiempo. Esta situación es para mí un foco de dolor sordo y seco, sin paliativos, un síntoma de fracaso, algo "anormal" que solamente sirve para hacerme sentir culpable. Quizás por hartazgo, decidí que tenía que extraer otras consecuencias, buscarle un lado si no positivo, sí al menos consolador. Y llegué a la conclusión de que, si la cercanía a veces se confunde con seguridad, con pertenencia, esta circunstancia de convivencia por perídos podía hacerme más flexible, más abierta, podía ponerme en disposición de saborerar la vertiginosa dulzura del "amar sin poseer". Para mí fue vislumbrar un paso hacia adelante que no siempre estoy dispuesta a dar, pero que al menos está ahí, con capacidad para sacarme del bloqueo y el lamento perpetuos.
Días después, en el libro Los muertos y los vivos, de Sharon Olds, leí este poema:

ÚNICO AMOR
Para mi hija

Tumbada yo en la playa, observándote
mientras estás tumbada tú en la playa, te grabo
en mi memoria enfrentándome al tiempo en el que ya no estés conmigo:
tus labios amoratados, hinchados en el calor
y suaves como los filamentos internos de una concha;
tu piel de galleta dorada, glaseada y
ligeramente granulada, como la superficie de una galleta;
el solemne enredo de tu melena.
Te he amado en vez de a otras personas,
amado para no amar a nadie más,
cada uno de los sesgos de tu cuerpo
en construcción de dios, como yo te constrúí a ti en mi interior,
un mundo sellado. ¿Y si de tus labios
hubiera aprendido el amor de otros labios,
de tus engomadas pestañas de fantasía el amor de
otras pestañas, de tus ojos cerrados y temblorosos
el amor de otros ojos,
de tu cuerpo los cuerpos,
de tu vida las vidas?
Hoy entiendo que todo está ahí para que de ti lo aprenda:
amar eso que no me pertenece.


Cerré el libro y dije "gracias". Porque no somos héroes, y una verdad resulta siempre más cálida cuando se comparte.

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