El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

miércoles, junio 20, 2012

15M, un poema de José Torregrosa

15M                                        
                                            A Ana Pérez Cañamares. Por ser un poema
                                                                         pendiente del hilo que cose las heridas.

Me pedí un café
en un bar de la Gran Vía.
Andaba rumiando,
como tantas veces,
cómo ser mejor persona,
olvidar el pasado,
peinar mis silencios.
De repente, un estruendo,
y gente, gente a borbotones,
rociada con porras de la policía.

---Sé que la palabra rociada
es demasiado suave,
(mejor masacrada o golpeada, que es más realista),
pero ya es costumbre
del que no protesta y ve la tele
que la violencia se la vendan
junto a la leche desnatada.
Y este poema es también
para los que no protestan.---

Seguí sentado con mi café.
Un policía me miró sorprendido
ante mi serenidad
(yo iba a terminarme mi café,
de eso estaba seguro).
Se llevó la mano a la porra
pero yo andaba removiendo
con la cucharilla el azúcar
de dentro de la taza
y su furia encontró
un grito al que perseguir.
(Los policías a veces parecen
hienas uniformadas
intentando removerle
la humanidad a un gobernante
con sus pezuñas de cuero).

Cogí el móvil
y llamé a mi madre:

“Mamá,
yo no sé qué pasa,
pero por la Gran Vía
corre la gente
y la policía detrás.”

“Ay, hijo, siempre en tu mundo.
¿Es que no lees los periódicos?
¿Es que no ves la tele?”

“No mamá,
nunca lo hago,
ya lo sabes.”

“Es la manifestación
del 15M. Sal de allí.
Te vaya a pasar algo.”

“Es que me estoy tomando
un café.”

“Bueno hijo,
haz lo que quieras,
pero no vayas a Sol.
Vete a casa.”

“Eso haré mamá. Un beso.”

Me levanté
y me dirigí a la plaza Sol
tranquilamente.
Cada vez que tropezaba
con alguien
le daba las buenas tardes.
Cada vez que el pesimismo
se subía a mis hombros
erguía la espalda
como si jugase con un niño.
Cada vez que la muerte
dentro de mi cabeza
insistía en tener razón
enseñándome su dinero
le mostraba cómo mis pies
me necesitaban;
no me gusta mucho andar,
pero mis pasos se fueron
acelerando
y mi cuerpo se agitó
como una pluma
ante un feroz estornudo
y años
de pereza y desilusión
se borraron
cuando una muchacha
en cuyos ojos
el verdadero sol
hacía sus cuentas
gritó: ¡democracia real!,
y deseé tener fuerzas
para cambiar el mundo,
sólo por ella,
lo juro,
sólo por ella,
quise tener un hijo
que fuese humano,
allí en una cabaña
junto a la típica montaña
en cuya punta nevaría
para que mi amada colgase
en la lumbre de su mirada
algún diamante,
lo juro,
por ella creí en la paz
y en la justicia
y me mezclé
con los que más tarde
fueron macerados
a golpes
mientras se
desparramaban
como azúcar
por el suelo.

Sangre secada al sol
de todos los inviernos
que ven la tele.

JOSÉ TORREGROSA

(Gracias).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado, gracias por publicar este buen poema que no conocía. Saludos