41.
Una línea. Los dos sabemos
que todo cuerpo, mar o distancia
se reduce a una línea oscura y exacta
como el espacio desconocido bajo la carne.
A carbón que no sabe
de la inquietud del sudor a las doce en punto de la noche,
que no sabe
de los bosques que aúllan a miles de kilómetros,
a carbón hemos reducido esta corriente de sangre
que avanza a impulsos de saliva y de miembro herido,
esta corriente de afilado extremo.
Y es allí, en su abrupto corte,
donde, blanco y en cruz,
duermes un tiempo imposible
de orillas, lechos y finales.
Tu ropa de niño ondea en el amanecer
como la bandera de un glorioso contratiempo.
Yo, a quien sólo ella guía,
soy un trozo de madera a la deriva
de la que pende una flor incomprensible.
ANA PÉREZ CAÑAMARES -A LOS 20 AÑOS
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