30.
Ha vuelto la niña a perdonarme.
Me bendijo con sus manos blancas
mientras sonreía su cabeza rubia
-más rubia de lo que yo recordaba.
Era una espiga dulce,
un ahora y un todavía no,
un recreo permanente
que sorprendió a mi tristeza.
Más magia en los días,
más generosidad para el animal cariñoso
que se escapa entre mi risa petrificada.
ANA PÉREZ CAÑAMARES (A LOS 20 AÑOS)
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