18.
EL HIJO DE TÁNTALO
Entonces te descubrí, bajo tu eterna condición de hijo.
Tanto sabías de mí como nada de ti
cuando, extasiado ante el imperio de tus fronteras,
escrutabas con crueldad tu imagen:
el agua la rechazaba para no dártela,
pues no era suya, ni tuya.
Eras tú. Todo tan poco.
Qué árida ternura se extendió sobre la corriente.
ANA PÉREZ CAÑAMARES (A LOS 20 AÑOS)
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