El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

martes, abril 27, 2010

La piscina de Villa Grimaldi, un poema de Martín Espada


La piscina de Villa Grimaldi

Santiago, Chile


Más allá del portón donde las caravanas derramaban su cargamento

de prisioneros vendados y las celdas demasiado estrechas para recostarse

y los cuartos donde la electricidad convulsionaba el cuerpo

amarrado a la parrilla hasta que los huesos se rompían

y el estacionamiento donde los interrogadores rodaban camionetas

sobre las piernas de los subversivos que no hablaban

y la torre donde los condenados escuchaban por el muro

la canción de otro preso la mañana de la ejecución,

hay una piscina en Villa Grimaldi.



Aquí los guardias y oficiales reunían familias

para los asados. El interrogador entrenaba a su hijo:

patalea. Gira la cabeza para respirar.

Las manos del torturador sujetaban el vientre de la hija

aprendiendo a flotar, debatiéndose en la lección.



Aquí el chapuzón de los niños, ojos rojos

con demasiado cloro, subía para alcanzar

a los presos en la torre. La policía secreta

hacía desfilar a las mujeres de las celdas desde la piscina,

diciéndoles: Bailen para mí. Aquí el anfitrión

servía galletas de chocolate y Coca-Cola

al prisionero que permitía que los nombres de sus compañeros

sangraran por su mentón, y los pulmones del prisionero

que se rehusaba a decir una palabra se inflaban

de agua, cabeza abajo al final de la soga.



Cuando un disidente tirado del pelo de una cubeta

con orina y excrementos clamaba por Dios y su clamor

acribillaba las hojas, los nadadores se sumergían bajo la superficie,

tocando el fondo de un silencioso mundo azul.

Desde la escalera a la orilla de la piscina podían mirar

a los prisioneros marchando vendados por el paisaje,

una mano en el hombro del próximo, camino

a la comida de mediodía y de regreso. Los vecinos

colgaban sábanas en las ventanas para mantener los fantasmas a raya.



Hay una piscina en pleno centro de Villa Grimaldi,

escalones blancos, azulejos blancos, donde seres humanos

se zambullían y chapoteaban hasta que en ellos lo humano

para siempre se había disuelto, desvanecido como los prisioneros

arrojados de helicópteros al océano por la policía secreta,

los vientres rebanados para que los cuerpos no pudieran flotar.
MARTÍN ESPADA
(Poema tomado de la página www.letrasdechile.com. Gracias).

1 comentario:

Ángel Muñoz dijo...

buenísimo, cambio de look en la cabecera, eh? abrazos.