NOCHE DE REYES
Sí, señor, yo fui el niño al que, en aquella aciaga noche del 5 de enero, una entusiasta reportera de la tele se acercó durante la cabalgata para preguntar lo que siempre se pregunta en estos casos, a lo que yo, como un mensajero de la verdad que encuentra el momento de desterrar por siempre la ignorancia, contesté serio y circunspecto, consciente de la gravedad de mi misión: “Los Reyes son los padres y el rey Baltasar no es negro, va pintao”, con lo cual la señorita, un tanto pálida, se dispuso a devolver la conexión a los estudios centrales, mientras mis padres me sacaban en volandas del escenario del crimen, ya que las primeras miradas de odio habían empezado a concentrarse a mi alrededor por parte de padres que mejor hubieran hecho en distraer a sus hijos de la visión del rey Baltasar envuelto en oropeles, que, digo yo, si tanto les interesaba mantener el engaño, por otro nombre ilusión, por qué no habían puesto a un negro auténtico y no al señor aquel embetunado hasta la papada y con un cigarro –éste sí, negro- entre los dedos, y que luego, cuando a mi padre le intentaron cerrar la juguetería –sí, señor, ironías del destino, mi padre era dueño de una juguetería- por no sé qué líos de permisos que intentaban simular la venganza, luego, como le digo, nos enteramos de que el tal rey Baltasar era el concejal de nuestro distrito, en el que por cierto los agentes del orden son especialmente duros con todo negro que se cruzan por la calle, y el señor concejal es ahora ministro de Asuntos Exteriores y se da la mano con negros y blancos con tal de que gobiernen o presidan algo, mientras que yo no he dejado de ser el niño hijoputa que destrozó los sueños de una generación y al que todos, niños, padres, presentadores de la tele y concejales han seguido odiando durante años, todos, menos el dueño del sex-shop que ocupa ahora el local de nuestra antigua juguetería, que al verme entrar siempre me palmea la espalda mientras dice: “de niño cabrón a viejo verde, Manolo”, y es que yo no me he atrevido nunca a decirle que no me llamo Manolo, porque si hay algo que la vida me ha enseñado es que la gente no perdona que la saquen de su errores.
ANA PÉREZ CAÑAMARES
Mujeres cuentistas, antología. Baile del Sol, 2009
(Fotografía de Mª José Lozano García. Gracias).
4 comentarios:
Ana ¿me prestas este relato para colgarlo mañana en mi blog?
Hoy he colgado uno que en cierto modo se parece.
besazo
Qué bueno, Ana, qué bueno...
es impresionante
Un texto muy ingenioso, que toca fibras sensibles y nos deja con la terrible duda de si es ilusión o engaño lo que se intenta transmitir en tan señalada fecha.
De cualquier forma salud para afrontar el año que se tenemos por delante.
Un beso
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