El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

viernes, enero 22, 2010

En días idénticos a nubes (XIII)


Muchas gracias a Raúl Rubio Millares, que en la página La biblioteca imaginaria, hace esta reseña de En días idénticos a nubes.



Según el DRAE, “adolescencia” es la ‘edad que sucede a la niñez y que transcurre desde la pubertad hasta el completo desarrollo del organismo’. En Wikipedia nos dicen que es un ‘continuo crecimiento de la existencia de los jovenes, en donde se realiza la transición entre el infante o niño de edad escolar y el adulto [...] La adolescencia es un fenómeno biológico, cultural y social, por lo tanto sus límites no se asocian solamente a características físicas”. Para Luis Cernuda fue una época de días idénticos a nubes.



Sobre este verso del poeta sevillano se apoya Ana Pérez Cañamares para retrotaernos, con sus relatos, a esta etapa por la que todos hemos pasado. Y nos reconocemos, esas rabietas típicas de todo o nada, ese situarse al filo del abismo, creyendo que al siguiente paso caeriamos en picado sin marcha atrás. Años de amores destructores, de egoísmo (a posteriori, porque en el momento no creemos que exista nada más que nosotros).



Los relatos de «En días idénticos a nubes» tocan los temas paradigmáticos, eternos, de la adolescencia: desde las relaciones familiares (con hermanos, padres, tías) a las relaciones con los amigos, las primeras experiencias con las drogas o el sexo, las relaciones con uno mismo y con ese cuerpo que no para de cambiar.



Un relato que marca perfectamente esa bisagra es “El biquini rojo”, no solo por las transformaciones físicas (“la transformación latente estaba en su cuerpo pálido y larguirucho, que quizás se decidiría por fin a dejar las aristas y los filos de la niñez para reventar en curvas”, p.29) sino también por la asunción de la realidad, por el desvelo de las mentiras asociadas a la niñez (para proteger, fundamentalmente), trabajo que en este caso realiza la hermana mayor, como tantas veces.



Tiempo de los personajes que en muchas ocasiones coincide con el tiempo de la historia de España, historias individuales de seres en mutación insertados en un país que también estaba viviendo su propio proceso de cambio, donde los pueblos ofrecían un maravilloso escenario, especialmente en verano, que alentaba el juego como le ocurre a la protagonista de “Las lilas blancas”.



No nos engañemos: desde nuestro presente, los vemos como seres raros, sin personalidad, influenciables, asociales o terriblemente sociales, empalagosos, apáticos... pero como dice Cernuda, y nunca deberíamos olvidar, “aquel fui, aquel fui, aquel he sido”.



Raúl Rubio Millares

1 comentario:

Ernesto Pentón dijo...

Felicidades Ana!! Un abrazo.