Quizá el más observador de los lectores de este blog se haya dado cuenta de que en esta nueva etapa son menos los anuncios de convocatorias que publico. El motivo es que, dado que no tengo tiempo para todo, si tengo que optar lo hago por publicar poemas. El año pasado, al intentar dar noticia de todo recital, lectura o festival que llegaba a mis oídos, dejé de subir aquí un poema diario, que siempre ha sido la principal motivación de este blog. Además, hay otros blogs dedicados casi específicamente a la publicación de convocatorias, que a muchos ya nos llegan a nuestro correo electrónico a través del facebook. Por eso, en esta nueva temporada, son menos los anuncios que veis por aquí, y pido disculpas a quienes pudieran interesarles. Estoy segura de que los recitales, lecturas o festivales encuentran múltiples vías para llegar hasta vosotros; y siempre que pueda, de todas formas, intentaré seguir publicando los que me lleguen a tiempo, siempre que la publicación de poemas me lo permita.
A veces, algunos de los lectores de este blog me han reclamado que publique más textos escritos por mí. La cuestión es que tiendo a pensar en El alma más como un escaparate de mis lecturas que de mis escritos. Pero hace poco he rescatado de viejos archivos unos cuantos poemas que escribí hace más de diez años (en algunos casos, más de veinte). Como sé que son poemas que nunca verán la luz en otro medio, es decir, que no tengo intención de publicar en libro, me gustaría ir colgándolos aquí, quizás como manera de plasmar el camino que he ido recorriendo.
Voy a comenzar con una serie de haikus que escribí hará como unos diez años. En esa época, yo tenía una casa en un pequeño pueblo de Guadalajara. Para mí era una experiencia completamente nueva, que a veces me abrumaba por la cantidad de sensaciones que me venían de la vida en el pueblo, la fuerza de las estaciones, los cambios de luz... Durante un verano en que pasé allí un mes, se me ocurrió llevarme como lectura libros de haikus que me pudieran ayudar a vivir más profundamente todo aquello. Y surgió también escribirlos, con el mismo fin. Siguiendo la tradición, comencé a agruparlos por estaciones, y continué escribiéndolos durante un año completo. Como os digo, fue algo muy puntual, que nunca volví a retomar, porque la casa dejó de ser mía y sobre todo porque mis intereses literarios -aunque nunca he dejado de admirar los haikus de los poetas japoneses- me llevaron por otros derroteros, primero narrativos y luego hasta la poesía que practico ahora.
Comenzaré la serie, como corresponde, por el otoño. Tanto prolegómeno, para algo tan breve como ésto:
....
sol de otoño:
y serenas las hojas
esperan la muerte
...
(La foto es del pueblo del que hablaba, Majaelrayo)
1 comentario:
eres sabia. amiga.
Publicar un comentario