El perro muerto
Cuando excavamos para encontrar el tubo de la caldera de la calefacción,
que no calentaba correctamente,
encontramos al perro que había desaparecido de la casa.
Lo descubrimos muerto, claro está.
Con mucho cuidado el padre lo llevó a la colina detrás de casa,
para enterrarlo allí.
Al otro día llovió.
Las hojas ladraban al revedecer
mientras caía la lluvia sobre ellas.
KO UN. Diez mil vidas. Traducción de Kim Un-kyung. Editorial Verbum,Madrid, 2004
3 comentarios:
Anecdótico, aunque me gusta la imagen del ladrido de las hojas.
Se enterró en un lugar honorable
al que murió sin compañía ni auxilio
al que veló por el calor del hogar
y se desveló en la paz de nuestra
comunidad.
¿Se enterraba el espíritu de resistencia
a los acosos del miedo y el frío?
¿Creeran los que sobreviven
que no habrá que enseñar los dientes
para defender la casa de nuestros
padres, la casa de nuestros hijos?
Todo es uno. Casa, bosque, jardín,
perro, familia, río abajo, colina enfrente, cielo de colores cambiantes. Todo es uno y cuando una de sus partes vivas o inertes es desaparecida, algo terrible nos desestabiliza, nos recuerda los límites, nos pone en alerta. Hasta la brizna lo sabe. También en su temblor ladran, en la ausencia del perro, la hojas más frágiles.
No, creo que no es solamente una anécdota coreana de un poeta ecológico. Sea quizá la leyenda o casi leyenda (Rodriguez) de nuestro existir y convivir entre mundo, presente y yo(es).
Un beset, Ana.
Víktor
P.D.: estupendas estuvieron las Pandoras, Inma, Safri, Lu (y Lorena,una invitada con voz singular y recitado claro e incisivo)
Perdón, "koreana" no coreana, que se me fué el dedito
Vik
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