Decir que nada valió la pena
Es entregarse, de una vez y para siempre,
Al deceso,
Las esquelas,
A lo injusto...
Y,
¿Por qué no?,
Contemplarse deformado en el espejo
Sin saber que el miedo acecha porque tiene
Suficiente potestad sobre estos ojos…
Decir que nada valió la pena
Es volver, sobre los pasos, al camino,
Desandar lo que, con gusto, ya avanzamos
Para obrar dejando a un lado lo hilarante
Y sentir que, de poder, nunca quisimos…
Decir que nada valió la pena
Es, -al fin-, cavar sin miedo nuestra tumba
O rezar porque el despecho ya no espera
Que la voz entienda ahora de albedrío
Cuando ayer, por necedad, sólo gemía.
MARÍA ALCANTARILLA
(tomado de su blog Especulum mundi. Gracias)
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