No sé jugar a nada.
Ahora parece que la niebla
cumple su compromiso de forrarme las manos.
Es lo que tiene ir de avispada,
perderse en casas grandes,
imaginarse entera desde el principio.
Me hablan de mi vida
quienes la desconocen
y admiran lo lustrosas que dejé las ventanas.
Pero todo retumba todavía
como retumba el eco de mi mínima gracia
en un montón de trapos que nunca sacudí.
Me rebana el aliento
admitir episodios
en los que fui un burro caminando derecho
obviando precipicios y montones de mierda a cada lado.
Y sigo sin saber
si en tanta incertidumbre queda algo de mí,
si ahora me miro fijamente
y puedo abrirme en dos sin malolerme,
si es verdad que encontré todo el paisaje
que habitaba en mis venas
o hay que seguir cortando.
Tengo frío porque gotea el grifo de la ducha,
porque no es fácil estar sola,
porque no lloro nunca
y duermo a trompicones.
Tengo miedo porque me toca hablar conmigo
y la conversación es delicada y tensa.
Ahora no tengo la palabra tan fácil,
me cuesta sonsacarme.
Quiero saber antes que nada
dónde coño viví todo este tiempo.
INMA LUNA
(Uno de los regalos que te puede tener reservados la vida: estar en una lectura en Croacia, ocupando el estrado junto a Inma Luna; que ella lea este poema, que tú no has escuchado nunca; que su escucha te produzca un escalofrío que sale de lo más hondo de ti misma; que la propia Inma se dé cuenta y la emoción se nos contagie como un dulce virus, igual que más tarde, delante de un café, se nos contagian las lágrimas de risa. Para leer más sobre este viaje delirante y cómplice, podéis ir al blog de Inma, De cerca nadie es normal. Gracias a Inma y a Tito).
1 comentario:
Hola, hola
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