Dos mil ocho
Nos golpean
en azul
en negro
en rojo,
golpes de sangre
golpes de silencios.
Las caravanas
del grito
se archivan
en cementerios.
Olvido de pasos
en la asamblea perdida,
reunión de vacíos
en los rellanos
de la confusión.
las ramas del olivo
huelen a cenizas.
Me asomé en las afueras,
la calle
es un patio
torturado por el grito.
Aquellas bestias
sonríen.
El hambre acude
aprisa y constante.
Marginación y olvido
sobre el horizonte,
mientras
las voces que espero
regresan
muy lentamente.
¡¡Es el tiempo de la rebeldía!!
El amo de la risa
sujeta mis días de explotado.
La piel herida
todos los engranajes
ruedan por mi espalda,
de niño
almorzaba golpes
hoy ceno soledad.
Harto
de soñar vientos
estoy descalzo
solo.
Tendré que rearmarme
con las voces dispersas.
ANTONIO MARTÍNEZ I FERRER
1 comentario:
Exelentes poemas, desde mi perspectiva de un realismo absoluto, tanto que se me caen las lágrimas al leer estas letras.
un beso
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