DISYUNTIVA
La tentación se llama amor
o chocolate.
Es mala la adicción.
Sin paliativos.
Si algún médico, demonio o alquimista
supiera de mi mal
cosa sería
de andar toda la vida por curarme.
Pues tan sólo una droga,
con su cárcel
del olvido me salva de la otra.
Y así, una vez más, es el conflicto:
O me come el amor,
o me muero esta noche de bombones.
La bolsa o la vida
Tú los ves ahí colgados, tirados, y dices,
vaya cosa, son cosa de mujeres, tonterías,
lo llevan para meter el pintalabios,
el móvil, quizás una compresa. Y te olvidas.
Pero ellas no olvidan, lo llevan como a un gato,
como al fiel compañero, como su santo y seña,
como su claro ex-libris.
Te equivocas si crees, en tu inocencia,
que esa cosa de rafia o de piel beige
sirve para tener a mano el colorete, las llaves, el perfume.
Yo la he visto de noche,
esa cosa respira, es una megalópolis,
no está quieta por dentro, es multiforme y crece.
A la hora del pan huele a cerveza,
y cuando está nublado
te puedes encontrar con que ahí dentro
hay una hija, un sol, unas tijeras
de robar rosas rojas.
Ahí, a tres de julio, he visto amanecer los pájaros cantando
y había un abanico para un novio
y una estrella de miel para la madre.
En el rincón azul, las gafas de coser,
las recetas del padre a la fecha de hoy,
la muestra de la tela -preciosa- que le dio el tapicero.
Al fondo la novela, la última, de Doris Lessing
y el bono de 10 horas del gimnasio.
Por ahí pasa un río,
pasa el día, la música, la niebla...
Esa cosa. Mi bolso.
Que va a dar al mar.
Poema Cáliz
Y ahora soy
tan igual a ti, madre,
que no me reconozco en el cristal
de este retrato tuyo tan presente.
Sí supieras que todo
lo que de ti he odiado y maldecía
ahora en mí lo descubro
tan exacto y reciente como el cerco
de una piedra en el agua, repetida.
Vengo a verte de nuevo.
Tócame, pon mis dedos
aquí sobre tus llagas, y ábreme
esta rosa de espinas del costado.
Soy tan tuya que el mar
tu voz copia en mi voz para su canto.
Y me despierto, y en la hora vivo
tu misma inmensa sed, esa que siempre
en tus huesos vacíos
irremediable ardiera.
Yo no soy tu fantasma, quiero
crearte ahora en el filo
de quien te dio mi ser, resucitada.
De muerta a muerta díme:
¿Quién amamanta a quién, serpiente mía?
JUANA CASTRO
(Gracias, Claudia, gracias, Fabiana, por estos poemas).
1 comentario:
Escalofriante final: ¿Quén amamanta a quién, serpiente mía?
Hace años que no leía a Juana Castro. Craso error.
Gracias por retornar caminos y veredas de lo veraz. Eso en poesía es casi lo milagro.
Tu Viktor
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