El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

viernes, marzo 28, 2008

Mitsubishi corazón, un poema de Lluís Pons Mora


Comíamos pirulas, puñados de pirulas de colores:
anfetaminas, cafeína, éxtasis con suerte, metaclorofenil-
piperazina, mata ratas, carisoprodol, excipientes, cal,
y alguna cosa más, aleatoriamente, en la misma tableta,
no a partes iguales, y todo era fantástico y maravilloso.

Eran amargas como sus muertos y a veces
las partíamos en cachos y nos las dábamos
de boca en boca, de lengua en lengua, de beso en beso.
Éramos niños bailando al son de la hoguera prohibida,
cada noche era un cuento que no se les cuenta a los padres.

Bebíamos agua como cabrones, bebíamos cervezas, cubatas,
y bebíamos todas esas bebidas de nombres impronunciables
que saben a medicamento y nos ponían más como motos.
Mascábamos cualquier cosa, chicles, minutos, plásticos,
hombros, palos, mecheros, nuestros propios dientes…
Bailábamos contra la muerte que llegaba al amanecer,
que traía a la policía y que arramblaba con todo.
Un sexo era un dios, y dos un edén.

De entre todas aquellas recuerdo una noche,
una en particular grabada a fuego en mis neuronas,
cuando yo y Demel éramos yo y Demel y el Cotton era el Cotton.
Salimos a tomar aire, y nos sentamos sobre el césped.
Ella rumiaba a mi derecha como una vaquita preciosa,
hacía cabriolas con la mandíbula mientras resoplaba. Fumábamos,
nos cogíamos de las manos, confesándonos frente al malecón.

Hablábamos de todo aquello, de algunos sueños, de los colegas,
de publicar un día, de cuando volviera a Las Palmas,
de inocencia drogada; no sé, de querernos siempre.
Cuando nos dimos cuenta llevábamos tres horas ahí,
la fiesta había acabado y Yera nos andaba buscando
cuando entramos de nuevo a la discoteca.
No sabría decir cómo volvimos ni si dormimos en el garaje,
no sabría ni describir su cara ahora mismo,
pero recuerdo algunos temas de aquella fiesta,
la ropa que llevaba y cómo sonaba su voz entonces.

Un día abrí los ojos y habíamos dejado de existir,
como aquel lugar y aquellas pastillas, y no me di ni cuenta.
Han pasado años, ya no consumo pero sé dónde pillarlas,
en cambio de ella sigo sin palabras, sin imágenes ni noticias,
todo de ella se lo llevó la muerte que he dicho.

Yo ya no sé bailar, ¿y tú?

4 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Impresiona que con una juventud tan fresca, refrescante, con una escritura tan natural, cercana, LLuis explore la psicología de los sentimientos con tanta madurez como Scot Fizzgerald y con tan afilado humor como Truman Capote. Impresiona que sea capaz de evocar una ficción tan real que siento haberla vivido yo, tiempo atrás, cuando no tenía tanta noción de la fugacidad del tiempo ni de los daños del olvido.

Un buen poema, con un ritmo fílmico de acción, con la sensibilidad de las novelas de detectives de los tiempos de oro de Hollywood, la ley seca, el jazz.

Qué fácil lo ha hecho, caray. Y qué bien entra el bourbon con hielo picado las tardes sin ella.


Un abrazo

Viktor

Luciérnaga dijo...

dios, lluís!!

transmites todo y más. Pedazo eres! Yo te haría el prólogo, reseñas y ¡qué deminios!, eres un POETA con mayúsculas!

besos a todos!

Félix Menkar dijo...

¿Ficción, realidad?: Vorágine, el ansía de vivir a tope, de atraparlo todo, la sensación de vacío, ¿es un poema o un microrelato? Da igual, es fantástico, no pueden estar mejor dibujadas con palabras las imágenes, las situaciones, los sentimientos descritos. (me quedo con “Un sexo era un dios, y dos un edén.) Enhorabuena, un buen trabajo.

Adolfo González dijo...

Y su libro anterior "Barrio de Hielo" es una pasada.