CRUCES DE FRONTERAS
I.
Ojos relucientes, tristeza en la piel,
me dijo que no encontraba trabajo.
En 1923, dejando la ciudad de México,
mi padre se asentó en Chicago.
Una noche soñó con Charlie Chaplin
luego conspiró con su vecino mexicano.
La próxima madrugada llegó al portón de la fábrica,
su vecino levantó un manojo de llaves,
proclamó que ya no había más plazas,
disipó la cola de hombres que esperaban.
Mi padre asumió el empleo: pintor con atomizador.
Iba a la mitad de su carrera en México, pero
le faltaba civismo
e historia de Estados Unidos, tuvo que volver
a la preparatoria.
Su acento se fundó en el inglés de radio.S
e deslizó hacia el sur, a la universidad,
se casó con una mujer de Illinois,
empezó a enseñar el amor de su juventud--
literatura mexicana.
II.
Años después, Papá me compró un perrito,
le puso de nombre Chico,
pero a los ocho días se puso patas arriba,
gemía y vomitaba.
Papá le llevó volando al veterinario,
regresó a casa esa tarde,
exitoso, se cayó sobre el sofá
se reía sin poder parar.
Empezó a reír lágrimas,
brotaron sus palabras sin aliento,
clínica inmaculada...enfermera blanca
almidonada...
un formulario...nombre del paciente, fecha de
nacimiento ¡de un perro!
III.
Río arenoso que corre rápido. Hombres
llevaron nuestro coche con sogas,
verano en México, una carretera nueva, sin
puentes.
La madre de mi papá, Mamá Emilia, abrazaba
a mi hermano, recién nacido,
mierda corrió por su pierna, agua subió
por sus pantorrillas.
Papá dijo, ¿No dijiste que te encantaban las
aventuras?
Ella dijo, Nunca dije que era Cristóbal Colón.
Al enseñar en una escuela de verano para
gringos
se convirtió en la cultura mexicana,
luego se tradujo otra vez al inglés,
contó de la cabeza de un héroe, clavada en el
rincón,
la manera precisa de pescar con redes de
mariposa,
el significado de siete juncos en el calendario azteca.
IV.L
legó a ser director del departamento.
Su cargo creció, se encogió su risa.
Mi hermano murió de repente. Mamá Emilia
se desmayó dentro del dolor de mi padre.
El se bamboleaba a la orilla de la sepultura,
vibró con ganas de cambiar su vida por la de
su hijo.
Sentado en casa, se levantaron sus rodillas.
Temblaban.
Tres colegas blancos le rodeaban como
tiburones,
Ama a la cultura que estudias,
pero no dejes que un mexicano se encargue
de nada.
Llamaron a sus amigos de la derecha dura.
Nunca recuperó, perdió la plaza,
y sufrió embolia tras embolia.
Hablaba de su abuela, Mamá Meche,
brillaban sus ojos, luego se amortiguaron.
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