El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

sábado, enero 12, 2008

Sueño del exilio en Solentiname, poema de Milan Richter


Leí hace unos meses la antología El silencio de los árboles en Hyde Park, del poeta eslovaco Milan Richter, y publicada por la editorial La poesía, señor hidalgo. Colgué un poema al que me siento muy cercana: La muerte no espera. Pues bien, Milan Richter, poeta eslovaco, me escribe para agradecérmelo. Últimamente, no sé por qué, pienso a menudo en este refrán: El corazón tiene razones que la razón no entiende. Y hoy, al leer el mensaje de Richter, se me venía una versión al caso: internet te hace regalos que a una le cuesta asimilar.

Entre otras cosas, Milan Richter me dice que a partir del 12 de febrero estará en el IV Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua. Que probablemente en octubre asistirá al Congreso Mundial de Poetas en Acapulco, Méjico, y puede que también el Festival de Poesía de Rosario, Argentina. Y en abril vendrá a visitar Madrid para dar una conferencia sobre el poeta, también eslovaco, Milan Rufus.

Para celebrar la visita de Milan a Nicaragua, donde sé que este blog tiene lectores que quizás puedan ir a verlo, cuelgo este poema, dedicado a Ernesto Cardenal, cuya poesía tradujo Richter hace ya años.



Sueño del exilio en Solentiname

Me ha llamado Hermann Schulz,
parece ser que Ernesto quiere dejar el cargo
y volver a su Solentiname.

Esa noche soñé
que con un pequeño grupo de turistas eslovacos
yo aterrizaba en el lago junto a la isla Mancarrón.
(Quizá nos llevó un hidroplano
o una hidra de los mitos indios.)

Como pronto salió a relucir,
mis paisanos eran incómodos activistas,
curas sin permiso, escritores subversivos
expulsados, privados de nacionalidad
y enviados al destierro tropical.
Sólo yo recibí ese castigo
como premio.

Ernesto nos aguardaba delante del local de reuniones,
en una mano un machete, en la otra una biblia.
Por lo visto ya le había informado de nosotros
el ministerio del interior,
el compañero Tomás Borge, entienden,
aún está ahí...

Y usted, Ernesto, ¿por qué renunció?

Un ministro debe hacer la vista muy gorda
para no ver muchas cosas
e incluso para ver lo que no hay,
y llega un momento en que ya no ve usted la mueca
en el rostro de la revolución, antaño sonriente,
ni cómo los compañeros se van volviendo señores
y los poemas instrumentos de propaganda.

No puede usted ser ministro
y a un tiempo escribir versos
sobre los que están abajo del todo,
campesinos masacrados,
indios refugiados,
huérfanos que sólo conocen la miseria
y la muerte y cada tipo de fusil.
Un rato funciona, pero luego debe usted
preguntar a Dios si esa es su voluntad.

Y si éste calla,
significa que hay que irse.
Donde lo necesitan los huérfanos,
los desterrados y los fuera de juego.
Estar de su lado aunque le llamen
opositor, aunque hasta aquí
le envíen soplones.

Y, para probarnos,
ordenó a dos muchachas
que trajeran machetes.

Antes de mañana por la noche
limpiarán la maleza detrás de la iglesia. Allí se construirán
un refugio provisorio.
Y el lunes, si todo va bien,
comenzaremos el curso de escritura creativa.
Aquí fundaremos la primera escuela eslovaca
de poesía política
(o de exégetas de salmos)
de toda Centroamérica.

Confío en que todos sean cristianos.
O por lo menos judíos...

Si su voz no llega a Eslovaquia,
seguro que llega al cielo.
Y desde allí, ¿quién sabe?

Noviembre de 1989

Este sueño lo tuve poco antes de la “Revolución de Terciopelo”, cuando acabé la traducción de los poemas de Ernesto Cardenal. En 1985 éste, como ministro de Cultura, me había invitado a visitar Nicaragua y el archipiélago de Solentiname, donde había ejercido como cura hasta 1979; pero las autoridades comunistas eslovacas no me autorizaron el viaje soñado.
Hermann Schulz: editor alemán de Cardenal. (Nota del autor)

traducido par Alejandro Hermida de Blas

1 comentario:

Recomenzar dijo...

Muy interesante tu blog, te dejo el mío y por supuesto te sigo leyendo