Como algunos sabéis, el 20-N fue el aniversario (cuarto) de la muerte de mi madre. Mi prima Tere (su sobrina, a la que mi madre llevaba apenas doce años) me envió un correo electrónico desde Alemania, donde vive, y no me resisto a copiar un fragmento, que entre otras muchas cosas, me hizo reflexionar que la poesía vive más allá de los versos:
"Cuatro años ya que se fue. La Amparito. Por todos querida, por todos mimada, sin excepción. Se hacía querer por sí misma. Siempre pendiente de vosotros, preocupada o contenta, con el único afán de veros felices. Que se desprendía de lo poco que tenía pensando en hacer feliz a alguien.
Me regaló mi primer reloj de pulsera. Cuadrado, alargado y con la rueda de dar cuerda de color azul oscuro. No era nuevo, se desprendió de él con generosidad. Sonreía al ver mi cara alegre y asombrada ante tal regalo. No era muy frecuente el recibirlos por aquella época. Las posibilidades económicas eran poco halagüeñas, pero con todo y con eso...
Me alegro de haberla visto poco antes de irse para siempre. No, para siempre no, mientras alguno de nosotros la recordemos, no se habrá ido del todo. Haciendo bromas hasta el final. La Amparito. No Amparo; la Amparito".
3 comentarios:
Un abrazo muy grande Ana. Y tiene razón tu prima Tere, nunca se irá del todo, esta en ti, tú escribes y tus poemas la guardan para siempre.
Un beso, Miriam G.
Gracias, reina.
Me gusta como (guardas iba a decir) aireas el recuerdo de tu madre.
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