Del hermosísimo texto que Jorge Riechmann escribe para acompañar el poema de Enrique Falcón, La marcha de los 150.000.000, titulado El pasadizo que hay de un cuerpo a otro, extraigo los siguientes párrafos:
"¿Qué puede la poesía?, les preguntamos una y otra vez a los poetas. La poesía puede recordarnos que somos mortales, y que sabemos de resurrecciones; que la frágil lumbre de la conciencia está entretejida de palabras, y que éstas son material inflamable; que no tenemos que aceptar las definiciones de lo nombrable y lo innombrable impuestas por el Amo; que la belleza siempre está ahí, dispuesta o posible; que la tragedia forma parte de nuestra condición, que el ser humano aspira a lo abierto y merece superar los espacios de reclusión y oclusión.
La poesía (en su doble función celebratoria y crítica) puede mantener abierto el mundo, en positivo, o al menos -en negativo- oponer resistencia a su oclusión. Desde esta perspectiva, arte y poesía, son imprescindibles e insustituibles.
El pensamiento crítico necesita dipositivos para destrivializar.
Cuanto más se generaliza un consenso, cualquier consenso, es cuando más falta hacen escritores, pintores, músicos, poetas que -como Enrique Falcón- digan la otra verdad.
No son tiempos anormales, sino tiempos excepcionales; y lo que necesitamos no es autocomplacencia ni apología de la normalidad, sino conciencia de lo insoportable. A una práctica cultural que no olvide esto llamadla, si queréis, compromiso".
Muerte y resurrección. Función celebratoria y crítica.
Cada vez que pienso sobre la poesía, sobre la mía y la de los demás, la que me interesa y me parece imprescindible, se me presentan conceptos por parejas. ¿Qué me mueve a escribir? ¿Qué busco en la poesía?
El amor y la ira.
La belleza y la justicia.
La precisión y el misterio.
La fortaleza y la ternura.
Ira que nace de cada traición que se le hace a la vida, del dolor propio y ajeno. Amor hacia su grandeza, amor -compasión- hacia nuestros errores y sobre todo hacia las víctimas de esos errores.
Belleza, belleza que nace a cada instante, belleza que duele y consuela, belleza de las palabras, y justicia, justicia de la memoria, justicia de la exactitud, justicia en la honra a esa belleza, justicia frente a quienes la destruyen y pretenden además que lo olvidemos.
Precisión de las palabras, búsqueda del consuelo de la exactitud. Y el misterio inevitable, porque en la combinación de las palabras la suma nunca es exacta.
Fortaleza, firmeza, valor para la verdad. Y ternura para lo pequeño, para impedir que lo pequeño sea aplastado por la necesidad de ver lo grande.
Estas son mis ideas, un poco en bruto, siempre intuidas, apenas acariciadas. Y para quien quiera leer ideas bien construidas, bellas, fuertes, justas, el texto de Riechmann íntegro aquí.
2 comentarios:
Este tandem Riechmann Falcón es demoledor. Me dejó sin dormir ya cuando leí once poéticas críticas o cuando les escuché en Valencia o cuando leí sus entrecruzadas poéticas en poemarios aparentemente solitarios pero que atraviesan un mismo desierto, una misma sed, una columna que resiste avanzando contra la tormenta cegadora de arena.
Creo que es un hito La marcha de los 150000000 y me apuesto el lado derecho del corazón a qué nos sobreviven y abren brecha en el discurso de lo real. Porque como bien dijo alguien a otro alguien nuestra derrota esta cimentando una victoria que no veremos, como los que vencieron antes que nosotros no han visto el desgaste y varapalo que llevamos en estas décadas de "holocausto de baja intensidad" (*).
Un abrazote, casi real ya.
Tu Viktor
(*) esa cita entrecomillada es de Antonio Méndez, pero en otro texto.
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