El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

viernes, septiembre 28, 2007

Monjes budistas y poema de David Eloy Rodríguez


Estos días, a la vista de las imágenes que llegan desde Birmania, recuerdo la primera vez que vi monjes budistas. Yo estaba de viaje por la India; habíamos llegado hasta las faldas del Himalaya, a un pueblo en el que había poco que hacer salvo disfrutar el paisaje de montañas lejanas, escuchar el ruido de los torrentes y sentarse a la bartola a leer y a fumar unos porros que nos dejaban el encefalograma plano. No había nada más que hacer, yo era muy joven y era estupendo.

Por entonces, apenas sabía nada del budismo. Tampoco aprendí mucho más allí, pero tuve mi primer acercamiento, al menos por el lado de lo estético: entré en algún pequeño monasterio, atisbé pequeños poblados de refugiados tibetanos rodeados por esas banderas de tela de colores en las que hay oraciones inscritas para que el viento las lleve lejos; y me crucé con monjes que bajaban al pueblo a comprar y a pasear, supongo. Me llamaron la atención sus cráneos pelados, pero sobre todo aquellas túnicas color azafrán, tan alegres, tan bellas, tan alejadas de cualquier simbolismo siniestro. Los monjes nos miraban con una curiosidad un tanto irónica, con un interés desapegado de lo terrenal y sin embargo acogedor. Algunos, todo hay que decirlo, eran poco más que niños, y su mirada, más ávida e inocente, me inspiraba mucha ternura.

Cuento esto porque esta mañana me he encontrado con este poema de David Eloy Rodríguez, y me ha recordado a las túnicas color azafrán de los monjes birmanos que veo estos días en televisión y a las de aquellos con los que me crucé en el mercado de un pueblo de la India; he recordado su serenidad y su dignidad, y he pensado cuánto irritan la serenidad y la dignidad a los que carecen de ellas:


NO IMPORTA A QUÉ CUERPO DISPARES

Todos vierten la misma sangre.

Deberíamos situarnos siempre

a ambos lados del precipicio

e imaginarnos en el barranco

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Recibí un correo de una amiga poeta que no tiene desperdicio. Es de Sevilla y se llama Carmen Camacho. Echadle un ojo en el you tube. No os arrepentiréis:

http://www.youtube.com/watch?v=jmqMd03xvMM

Marta Sanuy dijo...

Reconforta, aunque sea ínútil, la exactitud.

Ana Pérez Cañamares dijo...

Gracias, child in time, lo vi y me gustó mucho. Sobre todo me impresionó la seguridad y la fuerza que tiene recitando. Y por cierto, no se me olvida que te debo un encuentro.
Tienes razón, Marta, la exactitud reconforta.
BS