El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

lunes, julio 23, 2007

Las bodas de Pentecostés, de Philip Larkin



Después de venir de vacaciones, he leído Las bodas de Pentecostés, de Philip Larkin. Me ha parecido especialmente interesante el prólogo, de Damián Alou, donde se recogen algunas reflexiones del propio Larkin. No sólo me parecen interesantes y estoy en general de acuerdo con ellas, sino que además me hace gracia reconocer esa retranca inglesa, mezcla de orgullo y timidez, que resulta provocadora y estimulante:

"Mis poemas se explican tan bien solos que cualquier comentario sería superfluo. Todos derivan de cosas que he visto, pensado o hecho, y dudo que entre sus temas haya nada extraordinario".

"Creo que deseamos que la vida y la obra sean coherentes. Supongamos que en última instancia lo son, pues las dos se refieren a la misma persona. Eliot diría que no, pero yo creo que Eliot se equivoca".

"Todo poema comienza siendo veraz o hermoso. Entonces intentas que los veraces parezcan hermosos, y los hermosos veraces. Cuando digo hermoso me refiero a que la idea original parecía hermoso. Cuando digo veraz, me refiero a que algo me restregaba los nudillos contra la nuca y yo me decía: "Dios, tengo que decir esto, he de encontrar las palabras y hacerlo lo más hermoso posible".

"!Oh, por amor de Dios, no se estudia a los poetas! Los lees y piensas: Qué maravilla, ¿cómo lo ha hecho? ¿Podría hacerlo yo? Y así es como aprendes".

"Los poemas no proceden de otros poemas, salen de uno mismo, de la vida".

"La poesía debería comenzar con una emoción en el poeta, y acabar con esa misma emoción en el lector. El poema no es más que el instrumento de transferencia".

A propósito de las críticas que recibió Las bodas de Pentecostés, en las que se lo calificó de limitado, tópico y vulgar, Larkin dice:

"Me gustaría saber en qué mundo infestado de dragones viven esos tipos que les permite utilizar con tanta libertad la palabra "tópico". Elefantes rosa, quizá".

Larkin me ha recordado -por más que en este poemario aparezca a veces como una persona distante y antipática, y no obstante, por eso mismo también, singularmente honesta- por qué hace años milité en las filas de la anglofilia más recalcitrante, y por qué ahora todavía echo de menos los pubs, la flema británica, su idioma, su arquitectura y la lluvia.






Y estos versos de un poema perteneciente a un libro anterior:

Las palabras sencillas como alas de pájaro
no mienten,
no adornan las cosas
por timidez.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es todo un lujo poder volver a un lugar como este, tu casa, donde siempre se encuentra uno cómodo entre poetas de todas las filias y fobias, que son, que fueron y están por ser.

Un saludo, Ana.

Marta Sanuy dijo...

Estupendo lo que transcribes. Y creo que con los ingleses siempre pasa lo mismo, como si actuaran con efecto retardado sobre la memoria, parecen mejores despues.

Ana Pérez Cañamares dijo...

Un saludo, Javi, gusto de verte por aquí y de saber que disfrutas de mi selección!
Marta: es eso exactamente. Los ingleses tienen efecto retardado. Aunque ahora que lo pienso, también me he encontrado algún caso en que después lo que parecían era peores... Besos, guapa