PRAGA
(Para Sara y Ave)Hacía calor, tanto calor,
que el río se nos pegaba a la piel
y las carpas saltaban para admirar nuestras cervezas
El calor era un anfitrión inesperado
que te abre la puerta en zapatillas
Por más que mirábamos las lápidas
en el antiguo cementerio judío
no podíamos recordar que moriríamos
Los nombres de los muertos ajenos
quedaban bonitos en las postales
pero era difícil imaginar el frío bajo tierra
cuando el sol nos calentaba la nuca
y la ciudad era una gran cama caliente
preparada para una noche de boda
1 comentario:
los muertos por las inundaciones unieron sus almas sin condicion social alguna, despojandose de prejuicios solemnes y demostrando que el polvo es polvo.
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